"Casi imperceptiblemente el ritmo interno de la ciudad se hizo más pausado y los ciudadanos se adiestraron en el gesto precavido. Se tanteaban entre sí, prefiriendo conocer la opinión del otro antes de aventurarse a exponer la propia. Reconociéndose bajo acecho nadie podía ser ya completamente inocente. La semilla de la desconfianza se alimentaba con el rico abono de la sospecha. Con todo, no se desbordaron los sentimientos. El miedo permaneció oculto tras la suposición de sensatez y la sensatez se adornó con alambicados afeites. Y así podría afirmarse, sin exageración, que durante este período la ciudad se defendió del intruso recurriendo febrilmente al camuflaje. Algunos insinuaban que las aceras aparecían más vacías, las miradas más inquietantes, las sonrisas más esporádicas. Pero los mismos que lo sostenían se apresuraban a negarlo, alegando que para ellos todo continuaba como había sido siempre y proclamando con firmeza que nada cambiaría en adelante. Aunque las informaciones eran crecientemente desalentadoras el éxito inicial de la simulación hizo que sobre el decorado sombrío se vislumbraran sorprendentes pinceladas de euforia. A lo largo del mes de diciembre la ciudad quedó escindida entre aquella parte de ella que palpaba la realidad del monstruo y aquella otra que se convencía de su inverosimilitud."
La razón del mal (Rafael Argullol, 1993)
No hay comentarios:
Publicar un comentario