sábado, 23 de mayo de 2009

Imágenes de Lenin, de León Trotsky.

Imágenes de Lenin.
León Trotsky.

1924. 148 págs.
Traducción: Felipe Sarabia.
Serie popular Era.

Compré este libro hace unos días, en un puesto de viejo en la Feria del Libro Antiguo de Valladolid. Lo encontré en una sección de "novela rosa", medio escondido, al precio de 2 €. Es un libro impreso en México en el año 1970. Obviamente en aquel año no se encontraban textos de esta naturaleza por España.

El texto está escrito a raíz, o tras la muerte de Lenin, por su fiel amigo y camarada Trotsky. En él da cabida a la imagen que tiene de Lenin a través de su propia experiencia y sus grandes dotes de observador. Trotsky era buen escritor, ameno y claro, y con una prosa esmerada. A veces se deja llevar por el panegírico, lo que demuestra por otra parte y a un tiempo, su fidelidad y admiración. Nos muestra a Lenin en diferentes épocas y actitudes.

En
Lenin como tipo nacional, por ejemplo, se nos revela la importancia que tiene el origen de Lenin en su pensamiento. Se le compara, así, con lo que podría ser un revolucionario centroeuropeo, observando como el ruso no comprendía la Reforma, ni la Revolución (burguesa), ni su "tercer Estado" sabía nada de Lutero, Munzer, Mirabeau, Marat o Robespierre, pero toda esa tradición debía suplirla con energía revolucionaria. Por eso sus obras son ejercicios de preparación, según Trotsky, a diferencia del caudal teorizante de Marx y Engels.

Lenin y la vieja Iskra nos relatan de manera detallada los días de la clandestinidad y el exilio europeo y cómo se conocen ambos protagonistas. Narra las diferencias encontradas entre las dos posturas de la redacción de la revista, sobre todo llegados al punto de la política activa, la organización y el terror. Por entonces, todos estaban contra Berstein y a favor de Kaustky. Como se verá, más adelante éste último será foco de los ataques de Lenin en El Estado y la revolución.
Como anécdota, Trotsky señala que en uno de sus primeros artículos (sobre la fortaleza de Schlüsselburg) introdujo la expresión "manos invictas" en relación a las manos que la revolución alzaba sobre el zarismo. Era una cita de la
Ilíada, que a Lenin no le gustó y que fue suprimida.
Cuenta con más detalle si cabe que en sus
Memorias ésta parte importante de la historia, no dedicándose exclusivamente a Lenin sino también apuntando o esbozando algunos rasgos de la personalidad de otros muchos compañeros de lucha. Trotsky es muy claro al mostrar los tipos, como el de Vera Ivanovna, dirigente que chocaba con Lenin y que mantenía un radicalismo un tanto subjetivista, o las constantes disputas con Martov o Plejánov. En éste sentido se muestra a las claras la opinión de Lenin favorable a la lucha armada callejera contra la policía. Martov defendía que se instruyera a los obreros para la defensa, y el propio Trotsky, muy joven entonces, dudaba si las posturas de Lenin no significaban propiamente el terrorismo. Ya en los primeros años del siglo se veía claramente cuáles eran las posturas y las ideas de Lenin. La polémica con Deutsch venía del hecho de que éste defendía una especie de amenaza de revolución que hiciera amedrentarse al sistema y obligarle a ceder en algunos puntos, dado que consideraba indiscutible que un alzamiento sería aplastado sin remedio.
También Trotsky muestra algunas diferencias con su jefe, si bien de manera más sutil. Por ejemplo en lo relativo a la dirección del Comité Central, que Lenin se negaba a que se dejase de dirigir desde el exilio, a lo que Trosky reprocha el que esa postura se tomase como una suerte de dictadura, a lo que Lenin, simplemente responde con un
"¿qué hay de malo en ello?".
Lenin se muestra, por tanto, a ojos de Trotsky como un líder nato, un hombre de acción y un hombre con las ideas clarísimas. El lector observa también demasiada dureza y hasta menosprecio por los que no le siguen. Sin embargo no pueden ser más ciertas y reveladoras las intuiciones de Trotsky al respecto:
"En mi opinión ya se sintió predestinado a ser jefe cuando empezó a trabajar al lado de los viejos, los maestros, y se convenció de que era más fuerte y necesario que ellos".
"Los viejos del partido llevaban veinte años de destierro. Para ellos Iskra y Zariá eran ante todo empresas literarias. Para Lenin, al contrario, significaban el instrumento inmediato de la acción revolucionaria".


Después Trotsky nos detalla los acontecimientos de La Revolución de Octubre. Lo detalla con minuciosidad, aportando datos sobre Lenin y sobre sí mismo, sobre algunas posibles controversias o malas interpretaciones que se harían después, como el hecho de que Trotsky trate de unir el máximo número de adeptos a la causa, idea que se fragua en el campo de concentración de Canadá en el que coincide con varios exiliados de otras corrientes, y que apoya el propio Lenin. Así, comienza dirigiéndose a las masas como
"nosotros, bolcheviques e internacionalistas", haciendo mención a dos grupos distintos, para terminar hablando de "nosotros, bolcheviques internacionalistas".
La aparición de Lenin en el Congreso, nos muestra a una persona que es poco menos que menospreciada por los demás dirigentes y cuyo énfasis y algunas de sus posturas –la
"necesidad de arrestar a cincuenta capitalistas"- no son del todo bien recibidas y, por tanto, fracasa. Para Lenin por aquel entonces el pueblo está mil veces más a la izquierda que el Partido, y él pretende estar del lado del pueblo. Y tomar el poder. Él fue de los pocos que en aquellos días defendían esa postura. Más tarde nos relata la importante decisión de poner fecha a la toma del poder. En este caso vemos al Lenin estratega, que disfruta engañando al enemigo burgués anticipándosele.
Nos retrata Trotsky los acontecimientos de la paz de Brest-Litosk, de manera más detallada y clara de lo que lo hace en sus posteriores
Memorias, al menos a mi me lo pareció. El hecho de que incluso la socialdemocracia alemana considerara que aquella paz era una comedia escenificada entre bolcheviques y el gobierno alemán, y de que fuera el propio Trotsky quien le propusiera a Lenin la apremiante necesidad de que los obreros de Europa pudieran tener una clara muestra de la enemistad entre ellos y los Hohenzollerns, a lo cual Lenin se resistía por razones prácticas, es uno de los pasajes más interesantes de la Gran Guerra.
Ante la convicción de la imposibilidad de seguir con la guerra contra Alemania, también surgían las dudas de en qué condiciones debería firmarse la paz, teniendo en cuenta el factor tiempo, ya que eran momentos en los que el movimiento obrero alemán tenía sus ojos puestos en Rusia tanto como esta en aquel, ante la posibilidad de una revolución. En principio todos apoyaban la idea de una paz a costa de lo que fuera. Sin embargo los acontecimientos hacen que Lenin decida continuar la guerra...

Uno de los aspectos que señala Trotsky como importantes es el fallido intento por tomar Polonia.
"La significación contrarrevolucionaria que el tratado de Riga tenía para el destino de Europa puede comprenderse si se imagina la situación que se produjo en 1923, bajo el supuesto de que hubiésemos tenido una frontera común con Alemania. [...] Es indudablemente cierto que el movimiento revolucionario en la misma Polonia se hubiera producido más favorablemente sin nuestra intervención militar y el fracaso de ésta". Tiempo después la Unión Soviética continuaría cayendo en los mismos errores, y aún teniendo fronteras comunes con muchos países, de poco le sirvió.

También nos descubre Trotsky la idea de Lenin de, caso de que los alemanes marcharan hasta Moscú, crear una República Ural-Kusnetsky, en los Urales, en tierras más inaccesibles, y poblada por los obreros de Moscú y Petrogrado, previendo futuros y numerosos cambios en la situación internacional.

En el capítulo dedicado a la Asamblea Constituyente, se nos descubre al Lenin más inflexible y más duro. Tanto que es fácil, sin hacer un esfuerzo, ver en éste Lenin al Lenin más antipático. Quizá quien tenga la idea de la democracia actual tan arraigada que no entienda lo que significaba ésta en aquella época, o lo que significaban el socialismo y la dictadura del proletariado antes de llevarse a cabo, realizará una lectura reductora y tonta del texto, cosa que, quizá, por aquello de estar muy lejano, no haría de otros enemigos de la democracia de su tiempo como lo fue, por ejemplo, Platón. Sin embargo algunas de sus frases son ciertamente expeditivas:

"Debemos aplazar las elecciones -declaró-. Debemos ampliar los derechos electorales a los mayores de 18 años. Tenemos que recomponer las listas de candidatos. Los nuestros no son buenos: demasiados intelectuales que se han precipitado a nuestro partido cuando lo que necesitamos son obreros y campesinos. Declararemos fuera de la ley a los kornilovistas y a los cadetes."

"¿Por qué decir ahora que es impolítico aplazarla? Y si la Asamblea Constituyente es un conglomerado de cadetes, mencheviques y socialistas revolucionarios, ¿también eso es político?"


El propio Trotsky lo ve así:

"El pueblo no pensó siquiera un momento en defender a quienes se consideraban sus elegidos, cuando no eran más que vagas sombras de un período revolucionario definitivamente caduco"

Para Lenin, según Trotsky:

"La disolución de la Asamblea Constituyente por el poder soviético representa la liquidación pública y completa de la democracia formal en nombre de la dictadura revolucionaria. La lección no suscitará dudas".

Muestra a un Lenin favorable a la pena de muerte, contra la opinión de Kamenev de abolirla, si bien, como se hizo comprender a Lenin, se trataba de derogar una ley instaurada por Kerensky contra los soldados desertores. Lenin se muestra convencido de que la dictadura es la única opción, de que sin el terror es imposible salvar la revolución,
"¿creen acaso que podemos triunfar sin el terror revolucionario más severo?", llega a preguntar. "¿Qué entienden por dictadura? ¿Adónde iría a parar la dictadura si se anduviese con melindres?"
Quizá estas palabras suenen demasiado duras a nuestros oídos, como sonaban duras las palabras "Comité de Salvación Pública" a los parisinos de La Comuna, pero para Lenin la palabra dictadura y terror significaban un medio legítimo y revolucionario fundamental ante una amenaza real.
Trotsky recurre a la anécdota para darnos la imagen de un Lenin centrado en los asuntos más importantes y dejando a un lado cuestiones menores que más tarde, cuando llega a abordarlas, olvidará que se habían ya tratado en su día. Un Lenin cuyo poder de concentración en lo fundamental es también parte de su carácter.
Otro aspecto en lo que incide Trotsky es en la convicción de Lenin en cuanto decía. Como ejemplo nos trae el hecho de que Lenin hablase de que para construir el socialismo en Rusia se necesitaran unos meses. Se pregunta Trotsky si no se referiría a unos años, pero llega a la conclusión de que cuando Lenin habla de meses creía en lo que decía. ¿Qué pensaría aquél Lenin de saber que setenta años después aún viviría Rusia bajo la tutela de un Estado transitorio al socialismo?

Lenin en la Tribuna, nos habla, entre otras cosas de la libertad de prensa, Trotsky nos vuelve a revelar un aspecto poco simpático del líder:
"- Nuestros periódicos han sido suspendidos. (le dice un menchevique)
- ¡Naturalmente! Pero por desgracia aún no lo han sido todos. Pronto lo serán, y por completo. La dictadura del proletariado hará cesar esta venta vergonzosa del opio burgués".


Se nos muestra a un Lenin conocido, y que ha quedado para la posteridad en la memoria de todos (se le puede observar en el púlpito y dirigiéndose a las masas en la película de Joaquín Jordá,
Lenin Vivo!, que recupera todos los documentos sonoros y fílmicos que han quedado).

En
El filisteo y el revolucionario se relata un curioso encuentro entre H. G. Wells y Lenin, lo que éste pensaba sobre aquel y lo que aquel escribió sobre lo que vio. Trotsky se muestra muy crítico con Wells, y nos muestra a un Lenin despreciativo con respecto al novelista británico. Lenin le desprecia por burgués y por creerse con más derechos que cualquier otro para verse con él cara a cara, lo que a Lenin le parecía abusivo por cuanto para el Wells era un burgués más. En cierto modo Lenin muestra algo del desprecio hacia el intelectual de letras que Trosky nunca hubiera tenido.

Lenin herido nos ofrece un Lenin tras el atentado sufrido, pero no es más que un discurso de Trotsky de exaltación de su figura en un momento difícil.

En
Lenin enfermo, Trotsky nos retrata, más que al líder, su propio ideario: critica el peligro de la burocratización y la esperanza en una revolución a escala europea. Para Trotsky esa espera en tanto no acontezca supone un "agobio" del cual será un alivio escapar en un futuro que ve cercano. Más que al Lenin enfermo (interesante y recomendable de ver sería Taurus, de Sokurov, aunque es de justicia decir que verla únicamente por el contenido histórico empequeñecería en muchísimo nuestra visión), se nos muestra al propio Trotsky ante la enfermedad de aquel.

El último capítulo,
Lenin ha muerto, nos esboza la desolación que produce la muerte de éste y el sentimiento de orfandad que genera en el partido. Termina con un "¡Adiós jefe!", que resume todo el sentimiento de Trotsky hacia Lenin.

viernes, 8 de mayo de 2009

Curiosidad mefistofélica.

Leo en el blog Trópico de la Mancha cómo Tomás lee con deleite a uno de mis autores favoritos, Thomas Mann y su Doktor Faustus. En ese mismo momento yo estoy leyendo a Goethe, Las afinidades electivas. Hoy en su blog, Tomás menciona a Goethe, esta vez a propósito de Schopenhauer y Marai. Abro mi actual lectura, el inicio de la segunda parte de Del tiempo y el río de Wolfe, y me encuentro con con un título tan revelador como El joven Fausto. Veo (ayer) una magnífica y monumental película sobre Hitler de Syberberg (Primera Parte: Desde el árbol del mundo hasta el roble de Goethe en Buchenwald) y navegando por la red me encuentro con un comentario sobre el Mephisto de Klaus Mann hijo de Thomas...

En junio de 2008, hace casi justo un año, en este mismo blog escribí una reseña sobre La Calera, de Thomas (van tres) Bernhard. Lo curioso es que en los comentarios yo formulaba una especie de anhelo acerca de una de sus obras más destacadas, su pentalogía autobiográfica: que se editara en Anagrama toda junta por unos 20€ en su colección económica. Pues bien, parece que Herralde me ha hecho caso y en junio, precisamente, saldrá tal edición con los cinco libros juntos por solo 21,70 €. Gracias.

Ahora pensaré qué obra deseo que se edite en junio de 2010, y volveré a evocar a Mefistófeles...

jueves, 7 de mayo de 2009

Las afinidades electivas, de Johann Wolfgang von Goethe.

Las afinidades electivas.
Johann Wolfgang von Goethe.

1809. 350 págs.
Trad. Manuel José González y Marisa Barrero. Ed. Cátedra.

Quizá sea cosa de estudiosos y académicos valorar una obra en función de cuándo se escribió, de lo cual yo siempre he huido, precisamente por considerarlo un lastre y no aportarme nada en lo personal, y no hay nada más personal que la lectura, y quizá por eso, dichos académicos, al hacer de la lectura algo no personal sino colectivo, se hayan siempre fijado en este hecho con demasiado afán, y con ello, hayan hecho periclitar el gusto por la lectura en muchos. Sin embargo, hay que dejar claro que este hecho en sí mismo, el de valorar con denuedo la importancia del contexto, no equivale en todo caso a menospreciar el carácter de adelantado y de precursor que puedan tener un autor o una obra. Quizá se trate, de nuevo, de la antítesis católico-protestante de la salvación por las obras o por el trabajo, de ese valor añadido a la obra que pudiéramos encontrar en la cantidad de tiempo consagrado, de las condiciones de trabajo, de las presiones para no llevarlo a cabo, del afán de superación y otras virtudes similares que, contra lo que puede pensarse, no hacen que una obra sea mejor. Tampoco un aspecto a priori negativo como el afán de lucro la haría peor.

Sin embargo, en este sentido, es difícil, en algunos casos, hacer siempre una lectura desapasionada de una obra sin tener en cuenta quién la escribe. Y en ese quién se encierran muchas cosas. Creo que es lo que siempre pasará al leer a Sade, y lo que puede suceder al leer hoy a Goethe. No en vano esta novela, escrita casualmente hace dos siglos exactos, tiene cercano el influjo de la Revolución francesa, es decir, puede ser más moderna que lo que se escribió más tarde.

Y es que Las afinidades electivas es una novela que podríase haber escrito medio siglo más tarde y que aún seguiría siendo válida mucho tiempo después. Tiene algo de esa modernidad clásica que la hace inmortal e intemporal, más moderna hoy por cuanto se persigue y se valora tanto el que una novela tenga parte de memoria personal y parte de ensayo. Esta parte ensayística, de lo más admirable a mi entender de la obra, pese a haber sido criticada en su día por ralentizar la trama, la introduce Goethe a través de los diálogos, de la propia intervención del narrador, y por medio de la inserción de un diario personal de uno de los personajes, diario aforístico en buena parte que es una de las cosas imprevisibles que el buen lector agradece, sin duda, quizá esperando un diario sensiblero y romántico insufrible.

Otro de los rasgos de modernidad de la obra es su crítica hacia el matrimonio. En este sentido dicha crítica puede interpretarse como una prolongación de la crítica a la sociedad en su conjunto -incluida una crítica a la forma de educación religiosa en un interesante pasaje. Y es que, si bien Goethe nos muestra un entorno bucólico maravilloso al que se entregan los personajes, no es menos cierto que se nos está mostrando la decadencia absoluta de una clase aburrida y parasitaria, que en su canto de cisne se entrega con devoción, no creo que con pasión siquiera, a la exaltación del mero adorno, del maquillaje moral y estético, del cual es fruto un entorno al que la pluma y la desbordante sabiduría del autor nos hacer más digerible. Pero está claro desde un principio con quien tiene afinidad el autor a la hora de mostrar a los personajes, quienes le caen menos simpáticos, en este caso el consejero matrimonial Mittler, la Baronesa y el Conde, y hasta algunos rasgos de la propia Charlotte, por no hablar de su insoportable hija Luciane, y del propio protagonista Edouard, contra Otillie, el capitán o el arquitecto, que representan las virtudes del trabajo, la superación, el desafío a la moral imperante y el feminismo, así como, sobre todo, el racionalismo.

Pero, y continuando con lo dicho acerca de la época en que es escribe e inscribe la obra, Goethe no puede ser del todo ajeno a los imperativos estéticos y morales dominantes, a los que él mismo contribuye. En este sentido se le escapa una buena dosis de romanticismo hacia el final de la novela -influjo del Sturm und Drang o precursor del movimiento romántico posterior-, así como cierto tufillo clasista, si bien ya no muestra simpatías claras hacia esos impulsos juveniles e irracionales. Y no se si es casualidad, pero igual que disfruté enormemente al leer la primera parte de su Fausto, y luché contra sus páginas en la segunda, en esta obra algunas de las buenas cosas construídas a lo largo de la obra me dejaron algo decepcionado en la última parte, que como a modo de concesión, se vuelve sentimental, alegórica y sensiblera, es decir, romántica. Lo cual no desmerece el que la considere una obra maestra.

sábado, 2 de mayo de 2009

Los complementarios, de Antonio Machado

Los complementarios.
Antonio Machado.

360 págs. 1912-1926. Ed. Cátedra.

Manuel Alvar, editor de esta obra, se encarga en el prólogo de hacernos ver la difícil empresa a la que se encomendó al ordenar los cuadernos póstumos de Machado. No me cabe duda, pero quizá hubiera sido todo un detalle hacer una edición para un lector, digámoslo así, de mediana cultura. Digo esto porque hay unas cuantas páginas, muchas, en las que Machado escribe en francés, y otras, también muchas, donde recapitula poemas en portugués, francés, inglés e italiano, sin ofrecer traducción alguna, lo que resulta además paradójico teniendo en cuenta que hay poemas de Nietzsche o de Blok, traducidos del alemán y el ruso al francés. En el caso del alemán aparecen los versos originales a pié de página, deferencia del mencionado editor. Por eso cuando me refiero al lector de cultura media me quedo corto, porque quizá un hasta un lector culto pueda no dominar cuatro lenguas. También hay que decir que un lector culto, como no es mi caso, puede sentir aún más que yo la desazón de no poder leer algunas páginas del libro. Quizá, con cierta arrogancia, el editor tuvo muy en cuenta la advertencia de Machado de que "todo lo que contiene este cuaderno son apuntes que nadie tiene derecho a publicar", y que ante la traición no le quedó otra para salir airoso que no tocar nada.

En cuanto a su contenido misceláneo, me quedo con algunos ensayos filosóficos sobre Nietzsche, Unamuno, Kant, Leibniz, Schopenhauer (el de Bergson no pude alcanzar a asimilarlo del todo, carencias mías), y, sobre todo, de literatura, Mallarmé, la poesía pura y Valery, Proust, la novela rusa, así como sus breves comentarios sobre España y su política. Las antologías poéticas me gustaron pero no dejan de ser lo que son. Interesante el apartado referente a los cancioneros apócrifos, con sus heterónimos, y con la vuelta de tuerca de introducir con cierta ironía a un tal Antonio Machado y aclarar que no debe confundirse con el célebre poeta autor de Soledades, lo cual es un doble juego que implicaría que el recopilador tampoco es Antonio Machado, ni su heterónimo (en este caso homónimo), porque si no, no se trataría en tercera persona, con lo que hasta el recopilador del cancionero apócrifo sería también un recopilador apócrifo.

En cuanto a lo que se refiere a España se dirige en términos absolutamente implacables:
"Sólo España, el país más estúpido del planeta, puede cerrar los ojos y dejarse llevar al derrumbadero por gente tan menguada"
fechado en Madrid, 5 de agosto de 1924, tras conocer la intención del Rey de restablecer el poder constitucional y tras el ninguneo de Unamuno, el "único hombre de España".

Otras interesantes referencias a España:
"Germanófilos y francófilos -frascuelistas y lagartijistas". (1914)
"¿Cuántas vueltas darán los pobres reformistas, antes de caer en el saco de la basura?" (1922)
"La actual reacción (...) es perfectamente explicable si se tiene en cuenta que toda la Europa occidental está hoy en actitud defensiva contra la revolución rusa.
(...)Nuestra bárbara política de Barcelona llamará sobre nosotros la atención del mundo. (...) El mundo obrero decretará el bloqueo de España. Todo lo sacrificaremos al triunfo de Loyola. (...) Nuestros hombres de la izquierda no parecen inquietos. (...) Nuestra regeneración puede operarse por presión externa. Seremos remolcados hacia el porvenir". (...) "España cae en cuatro patas. ¿Se levantará? Probablemente encontrará cómoda la postura y permanecerá en ella largo tiempo" (1923)
"El picarismo solemne: Maura, Lerroux. (1924)
"Unamuno es persona, y tan egregia, que por ella se salva España del desprecio de Europa" (1924)
En lo que respecta a la cultura, los eternos debates:
"¿A qué debe tender el estado futuro -dice Baroja con más fervor? ¿A la producción de la alta cultura o a la difusión de la cultura media? Acaso el deber del estado sea, en primer término velar por la cultura de las masas y esto, también en beneficio de la cultura superior. No puede atenderse con preferencia a la formación de una casta de sabios, sin que la alta cultura degenere y palidezca como una planta que se seca por la raíz. Pero los partidarios de un aristocratismo cultural piensan que mientras menos sea el número de los aspirantes a una cultura superior, más seguros estarán ellos de poseerla como un privilegio. (...) tiene razón Baroja cuando afirmó, que el sabio y el artista, aunque parezcan revolucionarios, son por su instinto conservadores. Pero el Estado debe sentirse revolucionario, atendiendo a la educación del pueblo, de donde salen los sabios y los artistas".(1924)
O alguna sentencia taxativa respecto a la poesía:
"El más absurdo fetichismo en que puede incurrir un poeta, es el culto de las metáforas".
Interesante libro, que me revela, una vez más, lo buen ensayista que era Machado, y lo que me sigue gustando, a pesar de los pesares, su poesía.

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