martes, 27 de noviembre de 2007

Cómo lee un buen escritor, de Francine Prose

Cómo lee un buen escritor: técnicas de lectura de los grandes maestros.
Francine Prose.
Ed. Crítica. 2006 (traducción, 2007). 320 pp.

Es éste un libro con un sumamente atractivo y atrayente título que tras leer unas páginas, se da uno cuenta de que, o bien se hizo demasiadas espectativas y está sólo dirigido al público anglosajón, y más en concreto al norteamericano, o bien el título sólo responde al marketing editorial y sus pretensiones por parte de la autora eran menores, o bien simplemente era, en efecto, un proyecto a la altura de su título (y subtítulo) y simplemente la autora no alcanza la altura necesaria y todo ello se queda en agua de borrajas.

Y es que el libro estaría bien con otro título, algo más académico, como corresponde a este tipo de lecturas, y menos engañoso. O quizá un título a la manera de los libros de autoayuda. A mí, desde luego, me decepcionó mucho.

Propongo a continuación, algunas de mis pegas:

1) Pone siempre ejemplos positivos y nunca negativos. Creo que en el proceso de creación literaria y en concreto en la lectura como aprendizaje para la escritura (escritura creativa siempre me sonó pretencioso y como de taller -aunque yo no he ido en mi
vida a uno de esos talleres-, así que no usaré este término), es tan útil saber lo que no hay que hacer como lo que hay que hacer. De hecho creo que sobre lo que hay que hacer se han encargado durante años los grandes genios de desmentirlo, los grandes genios (parte de ellos al menos) han destrozado y mandado a tomar vientos las reglas, y en eso (y en algo más, claro) consiste su genialidad. Por eso creo tan importante, más que decir lo que hay que hacer y poner ejemplos en autores grandes, lo que no hay que hacer y por qué y poner ejemplos de escritores grandes o no tan grandes (o directamente malos: simplemente porque todo el que se pone a escribir es malo hasta que deja de serlo).

2) La autora se ciñe a planteamientos muy tradicionales y no habla nunca de nueva novela o posnovela, o novela posmoderna, ni tan siquiera de metaliteratura, metanovela o metanarrativa. Creo, aunque tal vez en esto me equivoque, que la narrativa nortamericana, con ser de las más originales y ricas del mundo, es también de las menos arriesgadas y más tradicionales, y ésto sirve igual para los que narran con la perfección de un Roth, un McCarthy, un Pynchon o un DeLillo.

3) Los ejemplos que pone corroboran que la autora se ciñe a la literatura clásica mundial (más bien occidental) y la contemporánea local (anglosajona), siéndome ésta completamente desconocida en su mayoría. Para hacernos una pequeña idea y que cada quien saque sus conclusiones: cuando hablo de referencias a clásicos universales me refiero a Austen, von Kleist, Rulfo o Chéjov y referencias muy breves a Hemingway, Nabokov, Flaubert, Dickens, Kafka, Salinger, Roth, Chandler o Turgienev. Es decir, uno de cada: uno que escribe en francés, otro en alemán, otro en ruso y otro en español y el resto norteamericanos: uno del XIX, otros tres del XX y otro actual. Y otro que escribió en varias lenguas, como Nabokov, para que haya de todo.
Por contra, llenan las páginas párrafos de Harold Brodkey, Christian Stead, Joy Williams, Scott Spencer, David Gates, Edward St. Aubyn, Bruce Wagner, Henry Green, George Eliot, Jane Blowles, Deborah Eisenberg, Diane Johnson, William Trevor, ZZ Packer o Junot Díaz. Y hombre, no digo yo que sean malos autores, sobre todo porque no los he leído, pero por las edades que más o menos tienen, si de contemporáneos norteamericanos se trata y de ejemplos de cómo se debe escribir (porque de cómo se debe leer o cómo lee un escritor ya pronto nos tenemos que olvidar una vez avanzamos un poco) algunas referencias a Faulkner, Capote, Pynchon, DeLillo, Bukowski, Fante, Mailer, K. Dick, Sturgeon, Kerouac, Burroughs, McCarthy, AC Homes, Palahniuk, Ellis, Vonnegut, Updike, Auster, Brautigan o Wolfe (ni siquiera a mí me gustan todos los que cito, pero al menos son referentes) podrían haber aparecido, porque lo que en mi caso puedo llegar a intuir es que los autores citados son escritores de best sellers, sobre todo por la edad de los mismos, ya que si se tratara de escritores muy jóvenes uno podría pensar que aún no han sido traducidos o lo han sido pero sin tener aún demasiada promoción fuera de su país. Pero, como digo, al tratarse en muchos casos de escritores ya fallecidos o de una cierta edad, me inclino a pensar que sus méritos son el haber escrito best sellers que dieron origen a películas famosas, y que esos son los referentes culturales y literarios del público nortemericano hacia el que se dirige el ensayo.

4) No cumple el propósito del título. No incido más en ello, simplemente uno, al terminar el libro, no sabe cómo lee un buen escritor. Es más, lo poco que se dice no me convence: no creo que se deba hacer eso que llama la autora "una escritura atenta", pensando en cómo se construyen las frases, cómo se usan los adjetivos, etc. Es más, al terminar el libro creo que quien pretenda ser escritor debería leer como el que no quiera serlo, y que el leer mucho y el escribir mucho le llevarán a escribir mejor. Eso es como tocar el piano de oído o que te enseñen en una escuela: ésto último no hace que compongas mejor (ni peor), pero quizá sí el escuchar mucha música y tocar muchas horas, aunque nadie te haya dicho cómo.

5) Hay muchas obviedades. Y no es que uno vaya de listillo, pero al leer algunos ejemplos de lo que no hay que hacer se observa, no lo que haría un mal escritor o un novato, sino alguien que ni tan siquiera lee.

6) El título (por contradecirme y volver a incidir), además de no cumplir las espectativas es pretencioso, porque la autora se considera a sí misma buena escritora. Al fin y al cabo, ¿cuál sería la respuesta a Cómo lee un buen escritor?. Pues, obviamente, un buen escritor lee como yo, luego se infiere que soy buena escritora porque yo escribo. Bueno, tal vez ésto se parezca un poco a aquel silogismo de Ionesco sobre Sócrates y los gatos, porque tal vez ella solo lea como una buena escritora y aunque escriba no sea buena escritora, es decir, que lee cmo una buena escritora lo haría pero luego escribe y se la olvida la lección que ella misma escribió... No creo, pensándolo bien, que sea tan parecido al silogismo de Ionesco, pero bueno, dejémoslo ahí. En todo caso seamos justos: el título en inglés no dice nada de buen escritor, sino de escritor, y tiene un subtítulo mucho más acorde al contenido: a guide for people who loves books and for those who want to write them. Aquí no se habla por tanto ni de buenos escritores ni de sus tecnicas de lectura.

7) Las descripciones de novelas son pesadísimas y aburridísimas. Páginas y más páginas detallándonos el argumento de un libro de Austen para... ¿para qué? Aún no lo sé.

En resumen, un libro muy decepcionante, con un título engañoso y que no recomiendo en absoluto. Tan solo, y por decir algo positivo, me hizo llevar la cuenta de una serie de escritores a los que no había oído mencionar en mi vida y de los que quizá un día, si me aburro mucho, busque información.

sábado, 17 de noviembre de 2007

Rant, de Chuck Palahniuk.

Rant: la vida de un asesino. Chuck Palahniuk.
Mondadori. 2007
320 pags.

La última novela de Palahniuk, editada por Mondadori en España el mes pasado, me parece algo floja. En primer lugar tiene mucho de inverosímil. Y toda esa inverosimilitud se mantiene una buena parte en suspense, para después de una parte media de la novela muy aburrida, desvelarnos en las últimas páginas que todo cuadra, que hay una explicación para todo, si bien la explicación parta de una lógica paracientífica o acientífica.

Hay también durante la primera parte varios cambios que pronostican varias tramas paralelas. De tan paralelas que son -tangenciales sería mejor decir-, podrían desarrollar varias novelas diferentes. Una realista, con toda la infancia del protagonista, sus padres, sus mocos, las primeras bobadas que hace (a lo Mark Twain pero en cabrón quizá)... Otra de literatura fantástica, con todo el rollo de las predicciones, todos esos comentarios absurdos que no hay quien se los crea (aunque quizá en otro contexto)... Otra de ciencia ficción, con el rollo de las transcripciones y las exo-cargas (la más interesante, quizá)... Y otra con el tema de las choquejuergas, en plan futurista, crítica social antisistémica, road-movie... Finalmente todas esas tramas se van tratando poco a poco: la última mencionada, la más aburrida y pelmazo, una suerte de juego donde adolescentes con poco atractivo como personajes (salvo tal vez Neddy Nelson, el último en aparecer y que es el más interesante y el más identificable), conducen y chocan, se divierten con ello, tienen Reglas y Días del Árbol y Noches de Bodas y alguna tontería similar, tienen una emisora donde dan avisos de accidentes... Todo aburridísimo. Y es que, ¿es divertido conducir y chocar? ¿Es transgresor coger un coche y conducir? Pues quizá sí para un norteamericano, pero para mí es un auténtico pestiño comprobar cómo página tras página, estoy oyendo hablar a personajes que juegan con coches unas partidas de choquejuerga con sus reglas y su lenguaje propio que a mí me importa una mierda, adolescentes medio retrasados que además hablan todos igual (de bien, por contra).

En cuanto a la estructura, Palahniuk pretende una especie de lo que en cine se llamaría falso documental. Pero no el equivalente a F for Fake de Welles o Zelig de Allen (o los muy interesantes de Martín Patino para la televisión), donde se mezclarían por ejemplo, manuscritos con entrevistas, documentos, opiniones, etc., sino el equivalente a un documental para la televisión por cable a base de entrevistas y montaje rápido. Para ello da voz en cada párrafo a un personaje de una multitud de ellos, entre los cuales, por ejemplo, llama mi atención los testimonios que vienen precedidos de "De las notas de campo de Green Taylor Simms", donde uno podría imaginar que, tratándose de "notas de campo", éstas podrían haber estado escritas en tiempo presente, para así contraponer a los testimonios en tiempo pasado del resto de personajes y dar cierta riqueza, pero no, Palahniuk no sólo lo transcribe en pasado sino que a veces hasta parece seguir la sucesión de hechos relatados por el resto de personajes, que uno se imagina, no se si acertadamente, juntos en una misma sala hablando al tiempo (p. 215). Es decir que de eso de “de las notas de campo” podría haber prescindido por completo y haberse quedado con Green Taylor Simms, porque además al final no se aclara nada respecto a qué son esas notas de campo, solo que el personaje en cuestión es Historiador, lo cual me hace ratificarme en mi apreciación.

Los personajes no adquieren una personalidad fuerte. No son muy atractivos, y a veces lo que dicen lo podría haber dicho otro personaje, sobre todo cuando se trata de los amigos de la infancia o los choquejuerguistas. Quizá es que son demasiados. Mención aparte para los Mercer (capítulo 21). Aquí el matrimonio Mercer sí se retrata hablando y de paso retrata a Echo. Y el resultado es también desastroso, porque la única conclusión posible a la que el lector puede llegar es a la de que los Mercer son de una imbecilidad también, como no, inverosímil. No, Chuck, no se puede ser tan idiota, ni siquiera imaginando un futuro en el que la gente tenga un USB en la nuca. De tan idiotas podrían haber resultado graciosos, pero tampoco.

Y es que, ciertamente, entre esos personajes, y esas choquejuergas uno piensa que, o bien se ha hecho mayor (uno) y el amigo Chuck no, o bien Chuck se ha pasado a la Literatura juvenil con el fin de pervertir ciertas mentes (y asegurarse la cartera futura). O simplemente Chuck, como escritor, en aquellos talleres literarios a los que asistía para hacer amigos, suspendió la asignatura de "Eliminar material".

Tras ese Alpe d'Huez que supone el segundo tercio de la novela (por decir una cantidad, que bien podría ser de la página 100 apr. a la 260) todas aquellas inverosimilitudes y dudas se esclarecen en el final, un final, como digo, paracientífico y que resuelve todo mezclando demasiadas cosas a la vez, H. G. Wells, parapsicología, religión, historia política, epidemiología... pasando a un final que por impredecible no deja de ser un poco desconcertante: ¿no hacía presagiar todo, sobre todo tras leer el principio de la novela, que Rant desencadenaría un final apocalíptico, una epidemia de dimensiones bíblicas y que haría tambalear el Sistema y el Imperio? Pues nada de eso pasa, y parece que la rabia como vino se fue como vino se fue como vino...
Podría haber sido una novela de 150 páginas pasable. Creo que la parte de las choquejuergas no debería ser tan larga porque, además de aburrida rompe la trama y el tono de la novela que pasa a ser un videojuego adolescente infumable. El resto bien. Y el conjunto irregular. Poco humor, dos o tres escenas y tampoco graciosas sino divertidas (y ésto siendo generosos). Una novela fallida. Espero que al autor se le olvide eso de hacer una trilogía.

martes, 13 de noviembre de 2007

En el salón no se juega.

A veces se exige al lector, o, precisando más, el lector se exige a sí mismo y con ello su público (el lector, a día de hoy, también puede tener su público, y no lamentar en soledad no poder compartir su pasión enfermiza por la literatura: ese público está en un blog, en un foro, en una comunidad, está en la red, en definitiva) le exige veladamente cierta elocuencia a la hora de transmitir sus sensaciones con respecto a una lectura o a un autor. Quizá la culpa la tengan los propios autores que, cada vez más, hablan de otras obras y otros autores (incluso en blogs), sin necesidad de acojerse a una escuela de crítica o directamente sin hacer crítica (una variante es la opinión de determinados autores sobre la literatura o sobre autores que encontramos a menudo en las entrevistas, recurso este, el de la entrevista, mucho más accesible desde que existe internet, y muy recurrente para el lector). De hecho la crítica literaria es, muy a menudo, aburridísima, al menos a mí me parecen aburridísimas esas revistas sobre libros, o esos suplementos donde uno tiene que rastrear a su crítico favorito entre un mar de ineptos y vagos que parecen estar haciendo un trabajo para un profesor, a menudo cegados en sus análisis por la cerrazón intelectual y la ideología (o peor aún, la línea editorial).

Y es que uno se lee de repente y en un arrebato todas las novelas de Marías o de Pynchon o de quien sea y vas y se lo dices a tus amigos, a veces simplemente eso, que te las has leído, quizá por toda respuesta obtengas un ¡no jodas! o algo así, quizá tu mujer sonría con orgullo, pero como no puedes decir mucho más o no sabes decir mucho más, simplemente aduces esto a que ellos no sabrían escucharte, o simplemente no mostrarían interés alguno, o más simplemente aún, les resultarías aburrido y decides decírselo a alguien que sí esta interesado. Solo que después te das cuenta de que quien pueda estar en un momento dado interesado en conocer tu opinión sobre una obra de Marías es, bien el navegante que busca información, y que se contentará con leer cuatro adjetivos del tipo "obra maestra", "basura", "aburrido" o "pedante", bien quien comparta tu pasión y simplemente haya leído también esa obra y decida comparar tu análisis con el suyo. Pero para eso hay que hacer las cosas muy bien, quiero decir, hay que aportar algo nuevo.


Aportar algo nuevo a estas alturas a mí se me hace difícil. Recurrir a lugares comunes, indecente y aburrido. Cualquier otra cosa me deja siempre la sensación de inutilidad. ¿Cuántas veces he llegado a escribir algo en este blog, o un comentario en otro, y lo he borrado después de pensármelo mejor? También en la blogosfera hay que ser consecuente y existen ya demasiados blogs, demasiadas opiniones, demasiada vacuidad en los discursos, demasiada neopedantería (neologismo de creación propia que viene a definir una suerte de pedantería de nuevo cuño que en vez de alardear de cultura alardea de incorrección política teñida de pseudocultura: mala hostia de salón), como para seguir escribiendo tonterías, ¿no crees?.

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