
Thomas Bernhard.
Trad. Miguel Sáenz.
Ed. Alianza. 1970. 249 págs.
La Calera es una de las mejores novelas que he leído de Bernhard, de quien por otra parte, y habiendo leído unas cuantas de sus obras, aún me quedan por leer algunas de sus, en opinión de muchos de sus lectores, mejores obras Corrección, la célebre pentalogía, Extinción o Maestros antiguos, así como su teatro). He leído In hora mortis, Bajo el hierro de la luna, Helada, Trastorno, El imitador de voces, El sobrino de Wittgenstein, Hormigón, El malogrado, Tala, Acontecimientos y relatos, El carpintero y otros relatos y Conversaciones con Krista Fleischmann, siendo mis favoritas Hormigón, El malogrado y Tala. También, y añado ahora, La Calera.
En esta última, el narrador es a la vez un personaje testigo. Sin embargo fundamenta toda su narración en los testimonios y las palabras de Weiser y Fro. Por tanto se da la circunstancia de que el narrador es un testigo muy secundario en los hechos, conoce las declaraciones del protagonista (Konrad) pero nosotros conoceremos los hechos por lo que él nos dice que le contaron Weiser y Fro que le oyeron a Konrad.
No es hasta el inicio de la tercera parte de la obra (la obra no está dividida de manera alguna, me refiero solo al número de páginas), cuando Bernhard, por boca del narrador nos hace saber éste hecho, que el lector ya ha adivinado (por lo que quizá no se haga muy necesario el comentario):
Tanto Weiser como Fro describen cada uno la última tarde que pasaron con Konrad, cada uno a su modo, confirmando cada uno al otro con sus manifestaciones, contradiciendo unas veces Weiser a Fro, otras Fro a Weiser, y al mismo tiempo, como queda dicho, confirmando Weiser a Fro y Fro a Weiser.Volviendo atrás, en la página 84 hay una declaración de intenciones de Thomas Bernhard respecto de la obra:
En el mundo no tenemos más que la quintaesencia de la comedia, y ya podemos hacer lo que queramos, que no salimos de la comedia, el intento de siglos de convertir la tragedia en comedia ha tenido que fracasar, como era natural, dijo al parecer. Porque lo que pasa con la Calera, le dijo Konrad al parecer al inspector de construcción, dice Weiser, no es, al fin y al cabo, más que una comedia. Sin embargo, para poder soportar esa comedia, había que descargar de cuando en cuando el cerebro, evacuar el contenido del cerebro como se evacuan aguas, nada más, mi querido inspector, vaciar, evacuar el cerebro como la vejiga, orinar con el cerebro como con la vejiga, mi querido inspector.De esta forma, a mi entender es como escribe Bernhard, evacuando el cerebro de sus personajes, evacuando sobre las páginas y sobre el lector, que, como en mi caso, consigue llegar muchas veces a una especie de orgasmo a través de una lectura bondage...
Hasta la página 93 prácticamente no aparece el narrador como partícipe de los hechos. Hasta entonces, más de un tercio de novela, solo se conocen los hechos por lo que el narrador nos cuenta a través de los testimonios de Fro y Weiser, que en muchas ocasiones a su vez hablan de lo que Konrad les contaba. En ocasiones, sobre todo al principio, hay algunos matices que diferencian lo que cuenta uno y otro, más sobre todo son matices de cómo ellos valoran lo que les decía o hacía Konrad. Por tanto, al lector le llega la información filtrada a través de varios personajes, puede que Konrad les mintiera, puede que la verdad de Konrad solo estuviera en su mente enferma y en la mente de Weiser o Fro, o de ambos, o de ambos en parte sí y en parte no, tamizados los hechos a consecuencia de sus experiencias personales y sus códigos éticos, y todo a través, más tarde, de la moral y la experiencia del narrador, e incluso de su lenguaje (como también en los casos anteriores), o puede que el narrador incluso mienta. Poco importa, lo que importa es cómo nos llega y lo que como lectores seremos capaces de testimoniarnos a nosotros mismos tras escuchar la narración...
De repente, y sin solución de continuidad, el narrador introduce lo que el pueblo dice del caso, tanto de Konrad como de su mujer. El narrador nos empieza a contar lo que ha escuchado por los mesones del pueblo. Una vuelta más de tuerca...
Y poco más puedo decir de una obra maestra de Thomas Bernhard.