Afterpop. La literatura de la implosión mediática.
Eloy Fernández Porta.
Ed. Berenice. Marzo 2007
336 págs.
Este libro en general no me gustó. Lo cual quiere decir que en particular, algunos de sus ensayos sí me gustaron, y mucho. Pensé, mirando el índice que los ensayos dedicados a Ríos o a Vila-Matas me gustarían más, como el de Ballard, por ejemplo. Creo que fueron los que menos, porque no encontré bien definidas las conexiones, no entendí que pretendía demostrar, y si no pretendía demostrar nada, simplemente me pasaron por encima sin dejar huella.
Eloy Fernández Porta.
Ed. Berenice. Marzo 2007
336 págs.
Este libro en general no me gustó. Lo cual quiere decir que en particular, algunos de sus ensayos sí me gustaron, y mucho. Pensé, mirando el índice que los ensayos dedicados a Ríos o a Vila-Matas me gustarían más, como el de Ballard, por ejemplo. Creo que fueron los que menos, porque no encontré bien definidas las conexiones, no entendí que pretendía demostrar, y si no pretendía demostrar nada, simplemente me pasaron por encima sin dejar huella.
Otros ensayos -porque este libro para mí peca de escasa conexión entre los capítulos, con lo que lo considero una colección de ensayos-, como el dedicado a la televisión o la música, que está como al principio, está bien escrito y bien estructurado, pero creo que el autor es injusto a la hora de hablar de los jebis. De hecho entiendo que le facilita las cosas para establecer un paralelismo entre la música y la literatura y la cultura en general, afirmando que el metal es la clase de música que equivaldría a la cultura oficialista y retrógrada, con una legión de fans que exigen virtuosismo, que compra discos cuando ya nadie los compra, que llena estadios con los mismos grupos que hace treinta años, y que se definen como los garantes de la música. Y si bien es verdad que dentro del metal existen borregos true metaleros, no es menos cierto que el metal es amplísimo, y que dentro del metal existen grupos y seguidores diversísimos. Yo en lo personal, jamás he conocido a gente más fanática y fetichista de la música que esos tipos a los que les gusta el garage de los sesenta. No hay más que acercarse a las tiendas y ferias de discos de vinilo. Por otro lado no se debe olvidar que el metal ha estado y sigue estando en la más completa marginalidad a nivel institucional (los ayuntamientos no contratan grupos heavies aunque saben que llenan, prefieren perder dinero contratando a Paulina Rubio) y mediática (la radio fórmula aceptó a regañadientes a grupos heavies a finales de los ochenta cuando ésta música se hizo comercial, lo que por otro lado fue un suicidio que el grunge se encargó de dar el golpe definitivo... eso, claro, si consideramos el heavy lo que todos los heavies detestaban, que eran los grupos que precisamente se habían ido acercando al pop o al AOR más comercial, y nos olvidamos toda la inmensa creación que hubo alrededor del thrash metal, con legiones de seguidores y que influyó tantísimo en la música underground más hardcore, y no al revés), lo que le ha hecho encerrarse en sí misma simplemente para protegerse.
Y es que en el fondo, cuando se habla de canon digital y demás mierdas, cuando se habla de piratería y de delincuencia, existen dos alternativas. Una es sonreír y decir a los viejos burócratas y demás representantes de la vieja cultura que el mundo cambió, que la industria se debe adaptar a la nueva situación y que esta nueva situación no es otra que la de que la música se difunde por otros canales, en este sentido la música pop menos conservadora se define por dar de lado al sistema mediante los sellos independientes, la autoproducción y los nuevos canales de difusión. La otra opción es entender que el talento y la música no tienen relación con la industria ni con el negocio, que un músico de verdad maneja el mismo lenguaje de Bach y no el de Geffen, y que en tiempos de Bach no existían los cedés, ni la MTV, y que en este sentido un heavy que escucha tocar al pesado y coñazo de Yngwie J. Malmsteen, las celebraciones de los genios indies y/o underground le suenen a la misma retórica que la música oficialista, creando con ello una suerte de mistificación en torno a genios que nadie conoce salvo unos pocos seguidores que los encumbran en su parterre comunal, una especie de sentimiento colectivo y sectario al mismo tiempo, donde a diferencia de esos gurús de las sectas religiosas que no podrían multiplicar panes ni peces, sus héroes -y solo ellos- sí son capaces de tocar el capricho 5 de paganini con una Charvel. Al heavy metal kid le da más o menos lo mismo que sus grupos graben con una multinacional o que vendan muchos discos, lo importante es que toquen bien y que den conciertos, y el futuro pasa por eso, por lo de siempre, y no por lo que insinúa EFP cuando habla de esa patética actitud de los heavies de comprar discos originales. Se olvida EFP de hechos comprobados como que fueron Metallica y no U2, Madonna o Sonic Youth los de denunciaron a Napster porque eran ellos y no otros los que más descargas ilegales sufrían. Demuestra una ignorancia grande quien afirme que el jebi no se descarga música, no una ignorancia por desconocimiento de los sujetos, los jebis, que efectivamente pueden ser los que más discos originales tengan en sus casas, pero que seguramente también sean los que más discos grabados tengan y bajen de la red, como por los objetos, no saber que cualquier búsqueda de un disco de heavy por un programa p2p nos dará fiel reflejo de lo que busca un heavy: archivos de 450 Mb en formatos .wav o .flac o .cue con cientos o miles de fuentes, frente a los miles y miles de fuentes de las canciones sueltas de 56Kbps de cualquier hit. También se pude ser sectario sin ser un gilipollas.
En definitiva, y por terminar con unas preguntas: ¿hay una cultura rock? ¿y un afterock?
¿Quienes son los jazzmen de la literatura?
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La obra está, como dije antes, llena de referencias, es una continua sucesión a referencias que se entrelazan, no siempre con demasiado acierto, a veces se pude discrepar y a veces hasta llevar sorpresas que le llevan a uno al escepticismo: que por arte de birlibirloque el famoso episodio de Family Guy, Patriot Games cuyo referente obvio por literal es el título de la novela de Tom Clancy (al que no se hace referencia), se convierte aquí en Funny Games, clara referencia a la peli del mismo título de Michael Haneke, con lo que el lector -el que no haya visto ni el episodio y la película, en mi caso había visto ambos y por eso me pareció tan cogido por los pelos que no tuve más remedio que buscar información: no hay-, tiene claro que los autores de la serie americana hicieron un homenaje a la película del austriaco ya desde el mismo título, esto, en una obra con tal cantidad de datos hace que el lector poco enterado se cuestione la veracidad de todas las referencias.
También habla, como no podía ser menos, de comics. Desde hace un tiempo relativamente corto se ha extendido un culto al comic americano, al comic marvel, que al paso que va dejará de ser de culto y hará, unido a muchos otros hechos, reconsiderar el concepto de culto y redefinirlo, por cuanto empieza a no ser ni parecido a lo que era. El comic de culto muchas veces es el comic que ha vendido millones de ejemplares, de hecho es el comic que más ventas tiene del mundo, no es el comic underground, no es Crumb ni nada de eso, que también, sino el comic del superhéroe fascista americano que algunos se tragan en ediciones de superlujo y cartoné por fin en español. Es el comic que viene referenciado en la alta cultura pop sublimada -el otro, el comic underground no solo no es referenciado, o no tanto, sino que es el mismo el que referencia, lo que le hace mucho más interesante y en éste sentido, más pop- quizá por la grandeza del autor que lo integra, como puede ser el caso de David Foster Wallace, pero que cuando se pone en manos de un autor más torpe, o por ser menos cruel, cuando se plasma en una obra menos afortunada, como el comic de Superman en manos de Alan Pauls, siendo una referencia pop se queda en un simple ingrediente más dentro de un contexto histórico pasado. Alan Pauls es más Cuéntame y DFW es mas Seinfeld, por poner ejemplos no se si buenos, pero al menos claros. Y ya se sabe, cuanto más de culto y al tiempo más popular, más pop o más afterpop o neopop o postpop. EFP habla de comics de Entrialgo y de Vidal-Foch, mucho más interesantes, también de Crumb habla, eso es cierto, y por eso creo que esta parte del libro es de las que más me interesaron.
El autor trata de escribir un ensayo diferente de la manera al uso, por tanto sería bueno también no tener por ello la menor reserva a la hora de criticarlo y no encumbrarlo a los altares como biblia de todo un movimiento o de una generación. Lo puede ser, y al mismo tiempo puede estar mal estructurado, o ser poco claro, o confuso, o queriendo tejer transversalidades crear cierta irritación o confusión en el lector que sólo puede llegar a entender algunos de los ensayos de esta colección si está muy enterado del mundo de la cultura oficial, por ejemplo, toda esa mierda que EFP decide sacar a pasear sin mucho sentido para criticar a Ferlosio con una violencia gratuita por cuanto no está en absoluto justificada -por cuanto no explicita sus causas y tan solo en parte, se intuye, los motivos- con lo que para el lector probablemente no pase de ser un ejercicio de mala hostia contra un señor que viste viejuno, tiene seborrea y se afeita mal, es decir, una suerte de pijismo intelectual, no se si muy pop pero sí muy sectario, quizá tan sectario como lo que ataca. Probablemente más
Y luego está el camp, que a mi no me queda claro si es pop o no lo es o caso de serlo es bajo o alto o medio o depende. Yo creo que depende, no se que cree EFP. Yo soy español y nací poco antes de morir Franco, y aquí en este país, las referencias a la cultura pop que tenemos los de mi generación -y la suya- son las que podría tener un norteamericano veinte años mayor que nosotros: en comic, en series de televisión y hasta en música, que nos llegó siempre tarde, pero también hay la cultura española de la transición que era contemporánea. Por eso pensar que toda referencialidad en un español al show de Lettermann es más alto pop que al show de Íñigo o al programa de Tola es pura pose. U olvidarse de Terenci Moix o de Vázquez Montalbán o de Paco Umbral, por mucho que hable de Vila-Matas o de Ríos para entroncarlo más con lo que a él le gustaría que fuera el afterpop que lo que es, si es que tiene que ver con el pop, lo cual es incluso udoso, pero en tanto que no lo fuera carecería de sentido y no servría de nada, ni el libro, ni la generación, ni el movimiento, ni todo lo demás que se quiera añadir.
Me pregunto, aún después de leer el libro qué es bajo pop y que grado de responsabilidad tiene la mano del autor para elevarlo o sumergirlo dependiendo de cómo maneje sus elementos y no de qué elementos maneje.
¿Cuando Puig nos cuenta las pelis de Tourneur es más alto pop que cuando nos cuenta la peli pronazi? ¿O todo en Puig es baja cultura porque es camp? (Aunque aquí cabría imaginar si la gente, en la época actual y con los medios a su alcance, habría convertido Destino en una cult movie de haber existido).
¿No hay camp en la implosión mediática? ¿Sólo hay pop? ¿Qué medios conforman dicha implosión? Fundamentalmente, adivino, el comic y la televisión, que existen por cierto desde hace más de medio siglo. El cine desde hace uno. Las performances no tengo ni puta idea. No me interesan nada. EFP habla de algunas construcciones de nosequién. No me acuerdo. No tomé apuntes.
¿Hay un Aftercamp?
En definitiva, que es un libro irregular, en el que incluso siendo un ensayo EFP prueba a intercalar narrativa, que a mi no me gustó nada por cierto, y que obedece menos al título de lo que me hubiera gustado. Creo que es un ensayo al que le sobran la mitad de las páginas y le faltan otra mitad distintas. O un ensayo para los amigos, los que saben ya de que va.
Y supongo, soy consciente, de que fui mal lector o de que no estoy preparado, o ambos. Pero después de la lectura me quedé (casi) como al principio y me dió la sensación de que es un ensayo que plantea más preguntas que respuestas, y esto, que dicho así puede hasta ser bueno, en este caso es malo.
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