Jakob von Gunten.
Robert Walser.
1909. 128 pp.
Siruela. Traducción de Juan José del Solar.
Hace cinco años que leí por vez primera Jakob von Gunten, como muchos animado por Vila-Matas. Fue una obra que me gustó, pero he de decir que me ha gustado mucho más ahora, leída bajo el influjo de virus y medicamentos, pero sobre todo, con la perspectiva de haber leído la obra anterior del propio Walser, es decir, en un contexto de lecturas diferente, si bien creo que la única razón de que me haya gustado más es que hice una lectura mejor y más atenta.
En esta ocasión Walser se decanta, a mi juicio con acierto por la primera persona, a diferencia de sus anteriores obras. Se trata de la memoria escrita de un alumno de un extraño instituto, el Instituto Benjamenta, donde un matrimonio enseña a unos pobres chicos a ser criados, a ser lo que precisamente Walser nos ha enseñado que son Simon Tanner o Joseph Marti, es decir, criados y siervos, y quizá por saber lo que más tarde serán encontré esta lectura tan interesante.
Decía en no sé donde Javier Marías que no le gustaban los sueños dentro de la obra narrativa, que para el eran un relleno y casi siempre un recurso algo facilón y que no aportaban nada, que, en definitiva, les tenía manía como material narrativo desde el punto de vista lector. Yo, que básicamente estoy de acuerdo con Marías, en este caso hago una salvedad. Walser utiliza a lo largo de toda su obra, los sueños de una manera muy interesante, y en concreto, en Jakob von Gunten hay varios sueños que componen páginas realmente fabulosas, destacando aquel en el que el protagonista sueña, aunque toda la escena más parezca una ensoñación, con un viaje a una suerte de infierno dantesco con Fräulen Benjamenta que es realmente un prodigio.
Como en sus anteriores obras, Walser introduce una homoxesualidad insinuada en cierto personaje, que seguramente no habría de ser objeto de análisis si no fuera porque se repite como una constante, esa especie de amor homosexual no revelado explícitamente, más bien sugerido, por parte de un homosexual hacia alguien que no lo es, y que en este caso creo que está más clara y que tiene el añadido de ser una relación con un menor.
Otro tema interesante que me llamó la atención fue la ambigüedad con que describe el control sobre las personas y la férrea moral por parte de quienes dirigen, que en cierto modo, a veces, pareciera una suerte de apología por un mundo de clases e incluso de control de las masas, al tiempo que, por contra o complementando esto,
Robert Walser.
1909. 128 pp.
Siruela. Traducción de Juan José del Solar.
Hace cinco años que leí por vez primera Jakob von Gunten, como muchos animado por Vila-Matas. Fue una obra que me gustó, pero he de decir que me ha gustado mucho más ahora, leída bajo el influjo de virus y medicamentos, pero sobre todo, con la perspectiva de haber leído la obra anterior del propio Walser, es decir, en un contexto de lecturas diferente, si bien creo que la única razón de que me haya gustado más es que hice una lectura mejor y más atenta.
En esta ocasión Walser se decanta, a mi juicio con acierto por la primera persona, a diferencia de sus anteriores obras. Se trata de la memoria escrita de un alumno de un extraño instituto, el Instituto Benjamenta, donde un matrimonio enseña a unos pobres chicos a ser criados, a ser lo que precisamente Walser nos ha enseñado que son Simon Tanner o Joseph Marti, es decir, criados y siervos, y quizá por saber lo que más tarde serán encontré esta lectura tan interesante.
Decía en no sé donde Javier Marías que no le gustaban los sueños dentro de la obra narrativa, que para el eran un relleno y casi siempre un recurso algo facilón y que no aportaban nada, que, en definitiva, les tenía manía como material narrativo desde el punto de vista lector. Yo, que básicamente estoy de acuerdo con Marías, en este caso hago una salvedad. Walser utiliza a lo largo de toda su obra, los sueños de una manera muy interesante, y en concreto, en Jakob von Gunten hay varios sueños que componen páginas realmente fabulosas, destacando aquel en el que el protagonista sueña, aunque toda la escena más parezca una ensoñación, con un viaje a una suerte de infierno dantesco con Fräulen Benjamenta que es realmente un prodigio.
Como en sus anteriores obras, Walser introduce una homoxesualidad insinuada en cierto personaje, que seguramente no habría de ser objeto de análisis si no fuera porque se repite como una constante, esa especie de amor homosexual no revelado explícitamente, más bien sugerido, por parte de un homosexual hacia alguien que no lo es, y que en este caso creo que está más clara y que tiene el añadido de ser una relación con un menor.
Otro tema interesante que me llamó la atención fue la ambigüedad con que describe el control sobre las personas y la férrea moral por parte de quienes dirigen, que en cierto modo, a veces, pareciera una suerte de apología por un mundo de clases e incluso de control de las masas, al tiempo que, por contra o complementando esto,
propicia una cierta crítica muy poco velada hacia este sistema, que hace pensar lo contrario, por ejemplo cuando muestra la violencia y cierta crueldad, así como esa constante en sus narraciones como es la huída, casi siempre repentina aunque inevitable, después de una reclusión. No en vano Walser pasó bastantes de los últimos años de su vida recluído voluntariamente en un manicomio, seguramente lo mismo que pensaba sobre sus personajes y la libertad lo llegó a pensar sobre sí. Lo cual me lleva a pensar, por otro lado, y volviendo al estilo, que, tanto en lo que respecta al sexo como a las relaciones de poder, Walser se muestra ambiguo porque no juzga y solo muestra hechos, lo que deja bien claro que en esto es uno de los primeros autores claramente modernos. En definitiva, un gran maestro lleno de matices.
2 comentarios:
Muy buena reseña. Me queda la duda si los Benjamenta no son hermanos.
Un abrazo
Lo son.
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