viernes, 22 de febrero de 2008

Así se templó el acero, de Nikolai Ostrovski. (I)


Así se templó el acero.
Nikolai Ostrovski. 1930-1934

Prefacio de Anna Karavaeva, 1936
Akal editores, 1975. Trad.: J. Vento y A. Herráiz.
469 pags.

Así se templo el acero es una de las obras mayores del realismo socialista. Lo cual tampoco es mucho decir, porque esta corriente literaria dio más bien poco de sí en cuanto a calidad, lastrada por ese deber de influir en el lector en su pensamiento y en su conducta. Obviamente, una lectura desapasionada, que no tiene porqué ser imparcial, hace que el lector hoy en día, y quizá siempre, se pueda mostrar implacable con algunas cosas de la novela.

La obra está bien estructurada y es interesante por lo que supone de ejemplo representativo de lo que fue el comunismo soviético y el realismo socialista. Narra además unos hechos con los que, debido a la elocuencia del autor, nos hace sentir cómplices de un pensamiento. O quizá yo, como lector reciente, esté dando por hecho algo difícilmente admisible: que todo lector de esta novela sea un lector de izquierdas. Poco admisible, pero tal vez muy probable. Y ésto, suponiendo, que es más que dudable, que existan lectores de izquierdas o de derechas (dejando a un lado que detrás de cada lector pueda haber una persona de derechas o de izquierdas, que es una obviedad, pero no lo es el que uno pueda dejar al margen su ideología al afrontar una obra, sobre todo una obra ideológica).

Así pues, y dejando claro que en este tipo de novelas cuenta más lo que se dice que como se dice, porque de hecho es éste su propósito lo queramos o no, a día de hoy ha encontrado en mí un lector completamente diferente al de, por ejemplo 1991...

Fue en aquel entonces cuando oí hablar de ésta obra, y cuando me hubiera gustado leerla, pero no fue hasta el año pasado cuando la pude hallar en una feria de libro viejo por dos euros.

En 16 años uno cambia mucho, a veces se cambia al ir añadiendo cosas al acervo y otras al ir eliminado, eliminando y reemplazando. En este sentido yo he acumulado más cultura que cambiado mi forma de ver el mundo. Y por eso una lectura de esta novela es ahora una lectura que habría sido completamente diferente hace 16 años. Demasiadas novelas, buenas y malas, y demasiada carga de escepticismo respecto al comunismo soviético y respecto a otras muchas cosas, incluso respecto al genero humano, lo que no ha hecho sin embargo que haya dejado de disfrutar con la novela o plantearme no leerla.

La novela, en lo referente al la carga ideológica, resulta hoy criticable tanto por algunas de las cosas que pretende defender como por otras que critica abiertamente. En la mayoría de los casos, sin embargo, aún hoy se muestran aspectos defendibles y por los que valdría la pena luchar, hoy como ayer. A este respecto, la lucha contra el imperialismo alemán (la novela está ambientada casi toda ella en Ucrania, de donde era el propio Ostrovski, que en este sentido narra lo que vio y vivió), contra los polacos no menos imperialistas, contra los blancos o contra esos señores de la guerra que surgieron durante la guerra civil y aún después. En todas estas luchas épicas del pueblo ucraniano por defender su tierra y de los comunistas por defender su liberación, Ostrovski se maneja con solvencia y convicción. No dice nada del imperialismo ruso, al leer la novela de hecho se entiende claramente que Rusa y Ucrania son repúblicas hermanas y de hecho, hay una leve referencia a un personaje occidentalizado, que se afeita y tienen otras costumbres europeas al que no se deja muy bien parado simplemente por este motivo, aun siendo comunista.

También destaca en el tratamiento que hace del recurrente tema de “lo viejo y no nuevo”, tan tratado por la literatura y el cine soviéticos, algunas veces con auténtica maestría. Otro aspecto a reseñar es el lugar que concede a la mujer, en todo momento trata de dejar bien a las claras el igualitarismo que defendió y alcanzó el sistema comunista en la Unión Soviética, al menos en lo que se refiere al trabajo en el aparato. De manera positiva se narra, sobre todo en la segunda parte, ese día a día en que los hombres trataban de construir un sistema totalmente nuevo y con ello se convertían ellos mismos en “hombres nuevos”. Ese día a día está muy bien reflejado en la novela, haciendo que de un protagonismo claro del personaje principal y alter ego del autor, Pavel Korchaguin, se pase en la segunda parte a un protagonismo de la comunidad, de la colectividad, al que cede todo el peso de la narración en los momentos más épicos para regresar brevemente el protagonismo al autor en los momentos finales.

Cabe destacar, dentro de estos aspectos positivos, el espíritu crítico que en ocasiones, bien cierto que escasas, Ostrovski muestra respecto a los defectos que el sistema puede traer. De hecho se da una crítica a la burocracia en cierto modo en el pasaje del vagón, cuando no le dejan entrar junto con una camarada, o, sobre todo, cuando se le borra de una lista por error y se le declara por muerto y la burocracia del aparato le insinúa que tiene que inscribirse de nuevo porque a todos los efectos no consta su existencia. Es decir, que el propio Ostrovski critica algunos excesos de la burocracia, si bien, más adelante hace una defensa de la misma.

Hay también un aspecto positivo en el tratamiento del amor, donde Ostrovski se olvida de toda la cursilería de la novela realista burguesa, si bien no puede escapar en ocasiones de cierta candidez. Sin embargo se muestra muchas veces muy humano en este sentido y la escena en que Pavel pide matrimonio a Taia, teniendo en cuenta la época, puede considerarse bastante avanzada.

Hay dos momentos especialmente épicos, sobre todo uno de ellos: la construcción de la linea férrea hacia el bosque donde se encuentra la madera talada, necesaria para sobrevivir al frío invierno ucraniano. En esta parte, el trabajo colectivo, la abnegación y el compromiso extremo está magníficamente tratados, como por otra parte es frecuente en algunas obras de realismo socialista (en otras latitudes donde el sistema no avanzaba hacia el comunismo sino todo lo contrario, la escuela del realismo socialista se llamó realismo social, por ejemplo en España o en Estados Unidos, pero mantenían algunos cánones, como éste que digo de la glorificación del trabajo colectivo y la épica del obrero y el campesino, ver si no la esplendida escena final de Our daily bread de King Vidor, fiel exponente del cine socialista americano). La otra escena donde Ostovski trata de mostrarse fiel a la épica del compromiso y la militancia es el día en que muere Lenin que lleva a muchos a afiliarse al Partido.

Sin embargo hay otros aspectos de la obra mucho más discutibles. Por ejemplo, cuando se refiere a esos señores de la guerra que surgen durante y tras la guerra civil contra los blancos. Para Ostrovski todos ellos son bandidos, poco menos que asaltadores de caminos o pseudoterroristas sin ninguna carga ideológica. Sin embargo bien es sabido que Majnó, al que siempre se refiere de manera tangencial y despectiva como a un bandido y un asaltador era un dirigente anarquista de primer orden (en este sentido será interesante volver a revisar una obra clásica del anarquismo ruso de la época, La revolución desconocida, de Volin).

Defiende Ostrovski por completo el sectarismo estalinista en lo referente a la discrepancia dentro del Partido. En este sentido no es lo mismo la discrepancia con los mencheviques durante la revolución que con los trotskistas algunos años después de implantada ésta, dentro del Partido. Aquí Ostrovski se muestra completamente sectario en lo referente a Trotski y sus seguidores. Para él, la unidad del Partido está muy por encima de la libertad de pensamiento, máxime cuando lo que planteaba el trotskismo en muchas ocasiones era más continuísta que la ruptura desastrosa que supuso para el mundo comunista, la revolución en un sólo país que trajo el nacionalismo soviético estalinista.

Hay también una visión completamente estalinista en lo que a la represión se refiere, donde Ostrovski parece hacer apología de la delación, el rencor, el pensamiento único y la no opción a una defensa. Éste pasaje que ahora cito bien podría haberlo escrito Solzenitsyn en su Archipiélago Gulag sin cambiar ni una sola palabra:

Rasvalijin se presentó en la comarca en donde trabajaba Korchaguin. Le había enviado el Comité provincial con la proposición de que se le utilizara como secretario de un Comité de distrito de la Juventud. Korchaguin se encontraba de viaje, y, en su ausencia, el buró envió a Rasvalijin a uno de los distritos.
Korchaguin regresó, enteróse de esto y no dijo nada.
Pasó un mes, y Korchaguin se presentó de improviso en el distrito de Rasvalijin. Encontró no muchos hechos, pero entre ellos ya había los siguientes: borracheras, reunión de los tiralevitas en torno a Rasvalijin y anulación de los buenos muchachos.
Korchaguin planteó todo esto en el buró y, cuando todos se pronunciaron por que se llamara severamente la atención a Rasvalijin, dijo inesperadamente:
- Expulsarle sin derecho al reingreso.
Todos se asombraron, les pareció demasiado fuerte, pero Korchaguin repitió:
- Expulsar al canalla. A ese estudiantillo se le han dado posibilidades de convertirse en un hombre, pero no ha hecho más que enchufarse.- Pável contó lo ocurrido en Beresdov.
- Protesto categóricamente contra las manifestaciones de Korchaguin. Son rencillas personales, todo el que se le antoje puede hablar mal de mí. Que Korchaguin presente documentos, datos, hechos. También yo puedo inventar que él se dedicaba al contrabando, ¿quiere decir esto que habría que expulsarle?¡Que presente documentos!- gritaba Rasvalijin.
- Espera, también escribiremos un documento- le repuso Korchaguin.
Rasvalijin salió. Media hora más tarde, Korchaguin consiguió que se tomara la resolución siguiente: “Expulsarle, como elemento ajeno, de las fila de la Juventud Comunista”.



Lo cierto es que el pasaje es estremecedor. A un tipo se le encuentran “no muchos hechos” y de buenas a primeras se le denuncia, pero al no obtener el castigo que querría el protagonista decide proponer su expulsión y cuando la víctima dice que se aporten datos y documentos el protagonista y delator le informa que efectivamente, esos documentos se van a escribir inmediatamente. Y en media hora, y sin que el tipo se pueda defender, es expulsado.

Tampoco es muy benévolo con el campo. En tal sentido, y en la linea de las comparaciones entre “lo viejo y no nuevo” no duda en plasmarse como un ser completamente desarraigado de su familia y de su tierra, a la que abandona por estar esta rodeada de todo aquello que detesta y que al sistema le cuesta más hacer desaparecer en el mundo rural. Incluso se muestra algo cruel con los campesinos en su enaltecimiento de las masas obreras industriales. Un aspecto que se muestra como de pasada es el desprecio que sentían algunos viejos bolcheviques por el estudio cuando Pavel quiere ponerse a estudiar. Esa cantilena de que quien estudia es un burgués y no trabaja igual, que no es exclusiva ni mucho menos a los comunistas, sino que también se ha dado en sistemas capitalistas, mediante una educación basada en el principio de la sacralización del trabajo, de la única posibilidad de realización personal, que todos los sistemas han tratado de imponer como dogma en nuestras sociedades desde la revolución industrial. A eso no fue ajeno el bolchevismo, sino todo lo contrario, ahí estaba el estajanovismo, sin ir más lejos.

Ostrovski muestra cierta ambigüedad en algunos aspectos. Por ejemplo, por un lado afirma hacia la última parte de la obra, que ha evolucionado, que ya no es el mismo, y lo hace en referencia a una novela que le gustaba en su juventud, El tábano, donde se identificaba con el protagonista y que tiempo después esa identificación ya no es tanta. Sin embargo no admite, en ningún caso, la posible evolución de los demás, no les concede ni la más mínima oportunidad. Hasta deja de hablar a un amigo por hacerse trotskista.

Tras años y años leyendo obras burguesas, o viendo películas burguesas, aun siendo novelas o películas antisistema y profundamente revolucionarias, uno al final adquiere cierto apego por los perdedores, por los románticos, por los que no escogen la salida fácil. Los héroes cada vez repelen más. Pável es un héroe, como lo fue su autor, que tiene la prepotencia tan desmesurada como para criticar a los personajes que durante la obra se muestran fanfarrones, cuando no hace sino, a lo largo de más de cuatrocientas páginas, enaltecer su propia persona y su propia conducta. Tan soberbio como un santo ateo. O como el propio Stalin.

Hablando de perdedores, uno no puede por menos que sentir cariño por Dubava, un trotskista al que se ningunea primero y se represalía más tarde, un amigo que enfada a Pável por ser trotskista, es decir, "contrarrevolucionario" y que acaba resentido y resignado, emborrachándose y llendose de putas, y finalmente siendo censurado por ello por Pável, a quien como buen santurrón, lo que más le molesta finalmente, lo que le decide a dejar de hablar a su amigo no es que sea un trotsko sino que duerma con una fulana.

Ostrovski, además de en éste caso, hace gala de una moral completamente reaccionaria en otras partes de la obra. Por ejemplo cuando escribe:
- Puedes felicitarme: ayer cayó la Korotáieva. Y tú decías que no saldría nada. No, hermano, cuando yo la emprendo con una, estad seguros de que... -y añadió una frase obscena.



Esta frase de diálogo es buen ejemplo, primero de la censura que ejerce con los fanfarrones, siempre y cuando lo que cuentan sean conquistas amorosas, si son conquistas sociales no, porque él es el primero de todos. Además es un pasaje donde Ostrovski se muestra mojigato, en esa frase que omite por pudor, por contiguar con las buenas costumbres burguesas. Porque seguramente un buen comunista, como un buen pequeñoburgués, no puede decir que “cuando yo la emprendo con una, estad seguros de que me la voy a tirar”. Sería un pecado contra la moral tradicional. Otro ejemplo sería cuando Pável se muestra contrario a que se cuenten cuentos verdes en el Komsomol, o más tarde, cuando critica el baile del foxtrot como obsceno. Y es que en el fondo, en su crítica a lgunas de las cosas supuestamente decadentes de la cultura burguesa, los comunistas, al igual que hoy muchos países musulmanes, se muestran profundamente reaccionarios y conservadores. En este mismo sentido hay una condena del suicidio, una condena moral, si bien en este caso podría entenderse mejor s se tiene en cuenta un contexto en el que la lucha por la causa tiene mucho más peso que el ejercicio de la libertad para con la propia vida.

En cuanto a la burocracia, ese cáncer del sistema comunista... ésta es una buena lectura para darse cuenta de los cientos y cientos de cargos que se podían ejercer dentro del sistema, desde el komsomol hasta el Partido, no hay una sola página en toda la novela donde no se cite un puesto distinto, y donde Ostrovski se intenta mofar de quienes acusan a algunos de burócratas, al tiempo que se vanagloria de su escalada dentro del aparato como algo digno de un buen comunista. Y es que en el fondo todas las burocracias se parecen.

Y sin embargo... la novela es buena, he disfrutado con ella, y con la lectura que he hecho, y recomiendo su lectura.



Ver 2ª parte de esta reseña

5 comentarios:

Tomás Rodríguez dijo...

Suscribo lo mismo que en la entrada anterior. Muy buenas tus recomendaciones, por singulares y recónditas. Pero...escribe algo sobre Piglia, hombre, que sé que leíste "El último lector".
Saludos.
http://tropicodelamancha.blogspot.com

Manuel dijo...

Leer la novela de Nikolai Ostrosvki es una de las grandes lecturas e inolvidbles de por vida, muy al margen del texto politico que se encuentra aqui, es la emocionante narración de toda una vida, que lucha por sus ideales en medio de un destino dificil y cruel. SE las recomiendo

Suetonio dijo...

a ver, manuel... al margen de qué texto político "que se encuentra aquí"? ¿del mío o del de ostrovski en la novela? Si es del primero, o sea, del mío, recomienda desde mi blog la lectura de una novela al margen de lo que yo diga, entre otras cosas, que recomiendo su rectura? En ese caso escriba su propia reseña en su blog y no venga a tocar los cojones...
Si es del segundo, ¿propone usted leer una novela de marcado carácter ideológico al margen de su texto político? ¿Cómo se hace eso? ¿Sugiere una lectura sentimental y no moral? Lo veo complicado. Yo sugiero una lectura sentimental y moral, poítica y ficcional, con entusiasmo pero sin apasionamientos, una lectura crítica y contextualizada, conociendo los acontecimientos y analizando sus consecuencias, entre otras cosas el estalinismo, fruto del nacionalismo, y la purga antitrotskista, entre otras cosas.
Por último, cuando dice que "se las recomiendo", ¿a qué hace alusión ese "las"?

Anónimo dijo...

He leido esta obra en 1974 y la perdi es una de las mejores que es leido, quiero comprarla nuevamente pero no la encuentro,donde puedo adquirirla.
Rafaelcaiman@hotmail.com

Suetonio dijo...

yo la compre en una libreria de viejo, una edicion de 1974 de la editorial Akal. Actualmente está descatalogada, creo que en méxico la reeditó hace cuatro años la editorial porrua, pero en otros lugares como aquí en España es dificil de encontrar.

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