
Se asocia el recurso a la metaficción con la literatura moderna y posmoderna, con los claros antecedentes por todos sabidos, el Quijote en primer lugar. Decía Vila-Matas en un artículo sobre Piglia aparecido en la revista literaria Quimera(*), que la primera obra donde se utiliza la metaficción era el Quijote. Parece que había consenso. Sin embargo si entendemos como metaficción el recurso de la ficción dentro de la ficción, de la referencia a la creación literaria dentro de la narración o incluso la autorreferencialidad de la propia obra dentro de la obra (como en la Segunda parte del Quijote), también hay que decir que hay algunos precedentes en la novela de caballerías. Es en el Belianís de Grecia**, donde el autor decide contarnos que no puede seguir con la narración porque se ha perdido el resto del manuscrito, haciendo una elipsis narrativa que Cervantes interpreta como una falta de ingenio creativo, y que sin embargo, aun siéndolo plantea la posibilidad de si la metaficción solo es tal cuando se realiza conscientemente o también es un recurso válido cuando sale por azar. Seguramente en este tipo de argumentación se basan aquellos que restan valor a Cervantes al tiempo que elogian el Quijote, práctica ésta muy de moda en algunos escritores del siglo pasado. Y si la referencialidad a Cide Hamete es válida también lo sería su antecedente en el Belianís.
Esta introducción viene al caso de la metaficción en Así se templó el acero, paradigma del realismo socialista. Recordad el magnifico cuento de Roberto Bolaño, Sensini, en el que Bolaño recurre a la metaficción por partida doble, por un lado, escribiendo un cuento sobre un escritor que escribe cuentos, y, por otro, haciendo que el personaje del escritor que escribe cuentos decida presentar a concurso sus cuentos, al tiempo que el propio Bolaño presenta a un concurso el cuento que estamos leyendo y lo gana. Decía Bolaño a este respecto que el cuento no hubiera tenido sentido si no hubiera ganado el certamen, desde luego no hubiera sido tan autorreferente, pero seguiría siendo, creo yo, un magnífico cuento. Haciendo un paralelismo, el final de Así se templó el acero cuenta las vicisitudes de Ostrovski para escribir la novela, y la noticia de su publicación.
En la novela de Ostrovski, hacia el final de la misma el protagonista esta cada vez más enfermo, pierde la movilidad y se queda ciego, es aún joven pero no puede trabajar ya y decide ponerse a escribir pero es rechazado por no tener buena redacción. Sin embargo, decide sobreponerse a la situación.
¿Pero cómo va a trabajar usted?
Pável sonrió tranquilamente:
-Mañana me traerán una especie de falsilla de cartón. Sin ella no puedo escribir. Unas líneas se montan sobre las otras. He estado buscando la solución por largo tiempo y he hallado que las tirillas de cartón no dejan que mi lápiz se salga del marco de la línea recta. Escribir sin ver lo escrito es difícil, pero no imposible. Me he convencido de ello. Durante mucho tiempo no me salía nada, pero ahora he comenzado a escribir con mayor lentitud, trazando cuidadosamente cada letra, y resulta bastante bien.
Pável comenzó a trabajar.
Pensaba escribir una novela dedicada a la heroica división de Kotovski. El título salió de por sí:
"Engendrados por la tempestad."
Desde aquel día, toda su vida se dedicó a la creación del libro.
Siguiendo con esto, también nos habla de la entrega del manuscrito del libro que tenemos en las manos:
Tres capítulos del libro ideado habían sido ya concluidos. Pável los envió a Odesa, a los viejos combatientes de la división de Kotovski, para que le comunicaran su parecer, y pronto recibió de ellos una carta encomiando la obra, pero el manuscrito perdióse en correos, en el camino de vuelta. El trabajo de seis meses había desaparecido. Esto fue para Pável un golpe terrible. Se lamentó amargamente de haber enviado el único ejemplar qué tenía sin haberse quedado con una copia.
Fue escrito el último capítulo. Durante unos días, Galia leyó a Korchaguin la novela.
Al día siguiente, el manuscrito sería enviado a Leningrado, a la sección de propaganda y cultura del Comité regional. Si allí daban al libro "billete para la vida", lo entregarían a la editorial y entonces...
Veamos el final:
El silencio de la editorial se hizo amenazante.[...]
Muchos días después, cuando la espera ya se había hecho insoportable, la madre, emocionándose no menos que el hijo, gritó al entrar en la habitación:
-¡¡¡Correo de Leningrado!!!
Era un telegrama del Comité regional. En el papel había unas breves palabras: "Novela calurosamente aprobada. Se pasó a publicación. Le felicitamos por la victoria."