La calle de Valverde.
Max Aub.
Cátedra. 1961. 543 págs.
La calle de Valverde es una crónica novelada de la España primorriverista, donde la maestría absoluta de la técnica y el lenguaje de Aub la hacen ser una novela extraordinariamente rica. Aub se distancia de los personajes mediante la caricatura y la ironía, en ocasiones, o como narrador omnisciente, otras, transmitiendo con ello un retrato fiel y creíble de aquellos tiempos, sin mostrar nostalgia en absoluto al hacerlo.
Es un admirable ejercicio literario para comprender y ver lo que era el mundillo literario madrileño, donde el autor mezcla con gran maestría personajes reales, trasuntos de estos y creaciones propias. No en vano los lugares donde desarrolla la trama no pueden ser más emblemáticos: la tertulia literaria (Valle-Inclán, Pérez de Ayala, Ortega, Lorca, Alberti, Bergamín), la política -y la conspiración- (Araquistáin, Añaza, Negrin, Álvarez del Vayo), la casa de huéspedes, el mundo de los opositores (que vincula a los tres anteriores).
Aub recurre a la fragmentación, a la elipsis, a la superposición de tramas y de cuadros sin solución de continuidad, tanto espacial como temporal, para dar dinamismo al relato, en una suerte de estructura mosaica, que como suele ocurrir(me) en estos casos, si bien en alguna ocasión produce cierta confusión en cuanto a lo que le ocurre a cada personaje (cinco historias, paralelas o no), al final las piezas van encajando y uno termina la obra como quien termina de realizar un trabajo bien hecho. Eso es impagable, porque reconforta sobre manera al lector.
Otra huella de Aub es la mezcolanza de estilos, unas veces recurriendo a la estética valleinclanesca, otras a cierto costumbrismo irónico, algunas veces incluso mezclando el conceptismo más barroco con el giro arnichesco en el lenguaje, la pura narración decimonónica con el lenguaje casi cinematográfico o, justo lo contrario, teatral. En todo momento, sin embargo se nota el control total que tiene Aub de su obra. Ese aparente caos estructural y de estilos no es sino el reflejo de la narración, de los avatares de sus personajes y de la ebullición del ambiente. Al final en el lector queda más esto último, olvidando un poco las pequeñas tramas de los personajes, o tomando éstos como si de una galería de tipos se tratara.
Si esta novela se hubiera escrito en 2009 las mujeres hubieran tenido más relevancia y peso en la trama, pero como fue escrita hace casi medio siglo por alguien que vivió la época en primera persona (no en vano hasta aparece Max Aub como personaje, desde luego de una manera mucho más modesta a la estelar aparición del Conde de Foxá en mi anterior lectura, componiendo el solemne Cara al sol), retrata a los personajes femeninos como lo que, por desgracia, eran en aquel entonces (1926): objetos pasivos.
Una de las cosas que llaman la atención de la obra y que dice mucho de Aub es que no haya descripciones y que, sin embargo, el lector tenga la sensación de que se le ha descrito toda una época de manera rigurosa y precisa. Todo ello, como digo, gracias al lenguaje expresivo y riquísimo en los diálogos, donde cada personaje, y son muchísimos, habla de manera diferente y singular. (¿Quién era aquel autor del 98 que hacía hablar igual a todos sus personajes?)
También aprovecha para criticar las posturas políticas de la época, no siendo en este sentido nada sectario. Se muestra crítico con Sbert, líder estudiantil entonces, de la FUE (posterior dirigente de ERC). También es muy crítico con los anarquistas, entre los que más o menos sitúa al célebre militar conspirador contra Primo de Rivera, Fermín Galán, así como a otros personajes algo oscuros. Pero donde reparte más es entre algunos dirigentes del PSOE, entonces colaboracionistas con la dictadura, al aceptar su participación en el Congreso. Nos muestra las discrepancias entre las facciones de Besteiro y Largo Caballero, que pretender colaborar, y la de Indalecio Prieto, que es contrario. Posteriormente, y ante la creación de la Asamblea Nacional, Besteiro se queda solo y Aub, que muestra simpatías hacia él, le critica hondamente.
Por tanto no muestra Aub una actitud sectaria o partidista, en realidad se muestra crítico con todos.
A parte de las escenas ambientadas en los cafés y las tertulias, donde los personajes hablan de literatura y de política, hay dos recursos más de Aub para hablarnos de estos temas inmortales. Uno es la maravillosa escena en el Villa Rosa en la que el mítico cantaor Antonio Chacón nos habla desde una perspectiva no intelectual de lo que son los españoles y España.
El otro es el de las cartas que escribe un periodista extranjero y donde se plantean muchos de los problemas de los españoles, sin tener problema tampoco para mostrar los tópicos que sobre nosotros había, pero mostrando con ellos la perspectiva de un extranjero que ve las cosas desde fuera, como quizá él mismo, que fue siempre un extranjero en todas partes.
Hay que decir que muchos de los personajes de la novela aparecerán más tarde en sus novelas de los Campos.
Max Aub.
Cátedra. 1961. 543 págs.
La calle de Valverde es una crónica novelada de la España primorriverista, donde la maestría absoluta de la técnica y el lenguaje de Aub la hacen ser una novela extraordinariamente rica. Aub se distancia de los personajes mediante la caricatura y la ironía, en ocasiones, o como narrador omnisciente, otras, transmitiendo con ello un retrato fiel y creíble de aquellos tiempos, sin mostrar nostalgia en absoluto al hacerlo.
Es un admirable ejercicio literario para comprender y ver lo que era el mundillo literario madrileño, donde el autor mezcla con gran maestría personajes reales, trasuntos de estos y creaciones propias. No en vano los lugares donde desarrolla la trama no pueden ser más emblemáticos: la tertulia literaria (Valle-Inclán, Pérez de Ayala, Ortega, Lorca, Alberti, Bergamín), la política -y la conspiración- (Araquistáin, Añaza, Negrin, Álvarez del Vayo), la casa de huéspedes, el mundo de los opositores (que vincula a los tres anteriores).
Aub recurre a la fragmentación, a la elipsis, a la superposición de tramas y de cuadros sin solución de continuidad, tanto espacial como temporal, para dar dinamismo al relato, en una suerte de estructura mosaica, que como suele ocurrir(me) en estos casos, si bien en alguna ocasión produce cierta confusión en cuanto a lo que le ocurre a cada personaje (cinco historias, paralelas o no), al final las piezas van encajando y uno termina la obra como quien termina de realizar un trabajo bien hecho. Eso es impagable, porque reconforta sobre manera al lector.
Otra huella de Aub es la mezcolanza de estilos, unas veces recurriendo a la estética valleinclanesca, otras a cierto costumbrismo irónico, algunas veces incluso mezclando el conceptismo más barroco con el giro arnichesco en el lenguaje, la pura narración decimonónica con el lenguaje casi cinematográfico o, justo lo contrario, teatral. En todo momento, sin embargo se nota el control total que tiene Aub de su obra. Ese aparente caos estructural y de estilos no es sino el reflejo de la narración, de los avatares de sus personajes y de la ebullición del ambiente. Al final en el lector queda más esto último, olvidando un poco las pequeñas tramas de los personajes, o tomando éstos como si de una galería de tipos se tratara.
Si esta novela se hubiera escrito en 2009 las mujeres hubieran tenido más relevancia y peso en la trama, pero como fue escrita hace casi medio siglo por alguien que vivió la época en primera persona (no en vano hasta aparece Max Aub como personaje, desde luego de una manera mucho más modesta a la estelar aparición del Conde de Foxá en mi anterior lectura, componiendo el solemne Cara al sol), retrata a los personajes femeninos como lo que, por desgracia, eran en aquel entonces (1926): objetos pasivos.
Una de las cosas que llaman la atención de la obra y que dice mucho de Aub es que no haya descripciones y que, sin embargo, el lector tenga la sensación de que se le ha descrito toda una época de manera rigurosa y precisa. Todo ello, como digo, gracias al lenguaje expresivo y riquísimo en los diálogos, donde cada personaje, y son muchísimos, habla de manera diferente y singular. (¿Quién era aquel autor del 98 que hacía hablar igual a todos sus personajes?)
También aprovecha para criticar las posturas políticas de la época, no siendo en este sentido nada sectario. Se muestra crítico con Sbert, líder estudiantil entonces, de la FUE (posterior dirigente de ERC). También es muy crítico con los anarquistas, entre los que más o menos sitúa al célebre militar conspirador contra Primo de Rivera, Fermín Galán, así como a otros personajes algo oscuros. Pero donde reparte más es entre algunos dirigentes del PSOE, entonces colaboracionistas con la dictadura, al aceptar su participación en el Congreso. Nos muestra las discrepancias entre las facciones de Besteiro y Largo Caballero, que pretender colaborar, y la de Indalecio Prieto, que es contrario. Posteriormente, y ante la creación de la Asamblea Nacional, Besteiro se queda solo y Aub, que muestra simpatías hacia él, le critica hondamente.
Por tanto no muestra Aub una actitud sectaria o partidista, en realidad se muestra crítico con todos.
A parte de las escenas ambientadas en los cafés y las tertulias, donde los personajes hablan de literatura y de política, hay dos recursos más de Aub para hablarnos de estos temas inmortales. Uno es la maravillosa escena en el Villa Rosa en la que el mítico cantaor Antonio Chacón nos habla desde una perspectiva no intelectual de lo que son los españoles y España.
El otro es el de las cartas que escribe un periodista extranjero y donde se plantean muchos de los problemas de los españoles, sin tener problema tampoco para mostrar los tópicos que sobre nosotros había, pero mostrando con ellos la perspectiva de un extranjero que ve las cosas desde fuera, como quizá él mismo, que fue siempre un extranjero en todas partes.
Hay que decir que muchos de los personajes de la novela aparecerán más tarde en sus novelas de los Campos.
2 comentarios:
Excelente recomendación, pero permíteme una corrección de detalle: la edición de Cátedra es de 1985, y es la aconsejable, ya que las publicadas en España no se libraron de la censura franquista. Además, la de Cátedra, en edición de José Antonio Pérez Bowie, es una edición crítica y con notas explicativas muy útiles para el lector de hoy. Gracias por citarla en tu blog
En realidad en todas las entradas que hice en el blog me refiero al año de creación o, en su defecto, al año de publicación, nunca al año de la edición o reedición que manejara. En cualquier caso la que citas, que es la efectivamente manejé, al parecer es de 1997. Muchas gracias por tu comentario.
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