Las amantes. Elfriede Jelinek.
Trad. Susana Cañuelo y Jordi Jané.
Ed. El Aleph. 1975. 185 págs.
Preámbulo.
Alguien dijo que lo opuesto al amor no era el odio sino la indiferencia. Estoy de acuerdo: a veces el odio es simplemente el reflejo de la frustración de no encontrar en el amor el Ideal.
En estos días mucha gente muestra su odio y su queja afirmando taxativamente que odia la navidad. La odian por mil motivos, porque les recuerda a algo o a alguien que ya no tienen, porque les molesta e incomoda alguna de las actitudes de la gente a su alrededor, por lo que ven por televisión o -sobre todo- por el gasto económico que supone.
Yo no odio la navidad, a mi la navidad me es completamente indiferente, aunque me roce. Este mes gasté sólo un poco más que el mes anterior y no hice nada extraordinario, ni tan siquiera fui a la cena de empresa porque no me dio la gana.
Y así, con este espíritu navideño afronto lleno de amor mis últimas lecturas del año y primeras del siguiente leyendo a Elfriede Jelinek:
Crítica.
Las amantes, de 1975, es una magnífica novela escrita con un lenguaje seco, sencillo y directo al tiempo que no exento de lirismo. De hecho su estilo se semeja al verso libre, en este caso usando una división en párrafos poco convencional. Utiliza, así mismo, recursos propios de la poesía como el estribillo repetitivo o la repetición de frases enteras en las voces paralelas.
Nos muestra la vida de cuatro personajes, dos hombres y dos mujeres, en la Austria de hace treinta años, marcados por el odio, reflejado en el machismo, la preñez, el alcohol y la violencia. Es un odio y una violencia que lo impregnan todo y que nos muestran la sordidez de la vida cotidiana, siendo este, a mi parecer, un mérito indudable de Jelinek. Y es que, sobre esta vida cotidiana, que se muestra tan arquetípica –si bien los personajes, que comienzan siéndolo, se van mostrando cada vez más ricos en matices y más verosímiles- hay por parte de la autora un claro distanciamiento de la narración, caracterizado por la conciencia de su ficcionalidad.
Dicho distanciamiento hace que la tensión dramática desaparezca o se muestre muy diferente de lo que podría ser un drama al estilo O’Neill, donde la acción transcurrirría hacia un final inevitable, con una especial tendencia a mostrar ese fatalismo que inunda el ambiente desde el principio y que avocaría a los personajes hacia un final trágico inexorable. En Jelinek no hay progresión, porque lo fatal ya se muestra de entrada, ya se sabe, no hay una evolución hacia un final inesperado pero sospechado, la tensión en ese sentido ha desaparecido enterrada desde antes de que empiece la novela. Ni siquiera la aparente diferencia entre el destino de los dos personajes femeninos hace que podamos decir que la acción se encaminaba a hacernos ver dos caminos paralelos con dos finales distintos, uno feliz y otro trágico. No hay más que observar la mediocridad de la vida de quien supuestamente evita la tragedia para darnos cuenta de ello. La estructura circular, con un prólogo y un epílogo que comienzan idénticos y llenos de parlelismos, nos mostraría a la perdedora buscando una nueva salida justamente como empezó la ganadora buscando la suya. Un nuevo sarcasmo, pues lejos de ser un final abierto a la esperanza nos muestra a un ser vencido y derrotado que para conseguir algo renunciará a todo a cambio de la mediocre felicidad que a la manera del personaje ganador, puede con suerte alcanzar.
Haciendo una lectura política de la obra no encuentro por ningún lado ese tan cacareado feminismo recalcitrante de la autora. Obviamente los personajes masculinos son deplorables, pero no lo son menos los femeninos. En especial aquellos de cierta edad, lo cual plantea el conflicto generacional, si bien queda perfectamente claro que los personajes jóvenes femeninos se convertirán sin el menor género de dudas en personajes detestables una vez que sean madres, una vez que sean maltratadas, una vez que decidan aguantar y llevar las vidas que sus madres llevaron y la sociedad diseñó para ellas. Se trataría más de misantropía que de feminismo, y sobre todo y si se quiere, de un completo rechazo -sin juzgar, solo mostrándolo- al machismo.
Como dije antes, no se nos muestra una atmósfera de fatalismo que se cierne sobre los personajes de manera cruel, sino que se nos está hablando del azar, de la suerte, reflejada en las vidas de dos adolescentes que deciden hacer algo para encaminar sus vidas hacia un destino y que la mera suerte hace que terminen de manera diferente: o mal o fatal. Ese fatalismo sí se podría observar en la estructura circular, en ese eterno retorno que evidencia una situación de roles amarrada al presente como al futuro.
Tampoco creo que sea Jelinek una autora que no crea en el amor, bien al contrario, cree de una manera absoluta, como demuestra también en la novela que leo ahora, Los excluídos. Más bien se trata de que creer en el amor no significa tener una buena concepción del mismo, que es bien diferente y bien fácil de entender.
Hay un tema interesante y es el sentido de propiedad. Dije antes que era el odio congénito lo que hacía que todo, desde la violencia, el sexo o el alcoholismo al trabajo, las relaciones paterno-filiares o el propio paisaje, estuviera viciado de origen. Leyendo con más profundidad uno advierte, sin que la autora haga un hincapié excesivo que habría sido un completo lastre para la narración, que el causa y origen de todo eso es el sentido de la propiedad. Los hombres quieren poseer un trabajo y una mujer y más tarde unos hijos, mientras la mujer, para dejar de ser una mera posesión de sus padres, quiere poseer un marido que las posea, una casa, unos hijos. Entre medias, posesiones menos trascendentes y ningún sentido moral al respecto que se aleje de esta moral capitalista protestante.
Otro detalle curioso y que también podría tener una lectura política es que toda la novela esté escrita sin ninguna letra mayúscula, ni tan siquiera la de principio de párrafo o después de punto y seguido, tampoco obviamente los nombres propios, todo excepto algunas palabras pronunciadas por el único personaje que pertenece a otra clase social, a la burguesía adinerada, lo cual viene a mostrar el conflicto de lucha entre clases de manera gráfica. En este sentido no es Jelinek una escritora marxista sino más bien anticapitalista, como lo es antimachista y no feminista, pese a la lectura miope de muchos críticos y lectores.
Trad. Susana Cañuelo y Jordi Jané.
Ed. El Aleph. 1975. 185 págs.
Preámbulo.
Alguien dijo que lo opuesto al amor no era el odio sino la indiferencia. Estoy de acuerdo: a veces el odio es simplemente el reflejo de la frustración de no encontrar en el amor el Ideal.
En estos días mucha gente muestra su odio y su queja afirmando taxativamente que odia la navidad. La odian por mil motivos, porque les recuerda a algo o a alguien que ya no tienen, porque les molesta e incomoda alguna de las actitudes de la gente a su alrededor, por lo que ven por televisión o -sobre todo- por el gasto económico que supone.
Yo no odio la navidad, a mi la navidad me es completamente indiferente, aunque me roce. Este mes gasté sólo un poco más que el mes anterior y no hice nada extraordinario, ni tan siquiera fui a la cena de empresa porque no me dio la gana.
Y así, con este espíritu navideño afronto lleno de amor mis últimas lecturas del año y primeras del siguiente leyendo a Elfriede Jelinek:
Crítica.
Las amantes, de 1975, es una magnífica novela escrita con un lenguaje seco, sencillo y directo al tiempo que no exento de lirismo. De hecho su estilo se semeja al verso libre, en este caso usando una división en párrafos poco convencional. Utiliza, así mismo, recursos propios de la poesía como el estribillo repetitivo o la repetición de frases enteras en las voces paralelas.
Nos muestra la vida de cuatro personajes, dos hombres y dos mujeres, en la Austria de hace treinta años, marcados por el odio, reflejado en el machismo, la preñez, el alcohol y la violencia. Es un odio y una violencia que lo impregnan todo y que nos muestran la sordidez de la vida cotidiana, siendo este, a mi parecer, un mérito indudable de Jelinek. Y es que, sobre esta vida cotidiana, que se muestra tan arquetípica –si bien los personajes, que comienzan siéndolo, se van mostrando cada vez más ricos en matices y más verosímiles- hay por parte de la autora un claro distanciamiento de la narración, caracterizado por la conciencia de su ficcionalidad.
pueden faltar meses todavía, muchas páginas de libro todavía hasta que el niño saque la cabeza por el bajo vientre como un gusano sale de la manzana, tal vez no lleguemos tan lejos aquí, tal vez tengamos que interrumpir antes. pero no importa, pues ya sabemos cómo sigue. la vida sigue sin sorpresas, sino por vías ordenadas. (Pág. 126)
próximamente describiremos una bonita boda, para que la acción no resulte tan insatisfactoria.
no se deben contar sólo cosas negativas y feas. (Pág. 154)
Dicho distanciamiento hace que la tensión dramática desaparezca o se muestre muy diferente de lo que podría ser un drama al estilo O’Neill, donde la acción transcurrirría hacia un final inevitable, con una especial tendencia a mostrar ese fatalismo que inunda el ambiente desde el principio y que avocaría a los personajes hacia un final trágico inexorable. En Jelinek no hay progresión, porque lo fatal ya se muestra de entrada, ya se sabe, no hay una evolución hacia un final inesperado pero sospechado, la tensión en ese sentido ha desaparecido enterrada desde antes de que empiece la novela. Ni siquiera la aparente diferencia entre el destino de los dos personajes femeninos hace que podamos decir que la acción se encaminaba a hacernos ver dos caminos paralelos con dos finales distintos, uno feliz y otro trágico. No hay más que observar la mediocridad de la vida de quien supuestamente evita la tragedia para darnos cuenta de ello. La estructura circular, con un prólogo y un epílogo que comienzan idénticos y llenos de parlelismos, nos mostraría a la perdedora buscando una nueva salida justamente como empezó la ganadora buscando la suya. Un nuevo sarcasmo, pues lejos de ser un final abierto a la esperanza nos muestra a un ser vencido y derrotado que para conseguir algo renunciará a todo a cambio de la mediocre felicidad que a la manera del personaje ganador, puede con suerte alcanzar.
Haciendo una lectura política de la obra no encuentro por ningún lado ese tan cacareado feminismo recalcitrante de la autora. Obviamente los personajes masculinos son deplorables, pero no lo son menos los femeninos. En especial aquellos de cierta edad, lo cual plantea el conflicto generacional, si bien queda perfectamente claro que los personajes jóvenes femeninos se convertirán sin el menor género de dudas en personajes detestables una vez que sean madres, una vez que sean maltratadas, una vez que decidan aguantar y llevar las vidas que sus madres llevaron y la sociedad diseñó para ellas. Se trataría más de misantropía que de feminismo, y sobre todo y si se quiere, de un completo rechazo -sin juzgar, solo mostrándolo- al machismo.
Como dije antes, no se nos muestra una atmósfera de fatalismo que se cierne sobre los personajes de manera cruel, sino que se nos está hablando del azar, de la suerte, reflejada en las vidas de dos adolescentes que deciden hacer algo para encaminar sus vidas hacia un destino y que la mera suerte hace que terminen de manera diferente: o mal o fatal. Ese fatalismo sí se podría observar en la estructura circular, en ese eterno retorno que evidencia una situación de roles amarrada al presente como al futuro.
Tampoco creo que sea Jelinek una autora que no crea en el amor, bien al contrario, cree de una manera absoluta, como demuestra también en la novela que leo ahora, Los excluídos. Más bien se trata de que creer en el amor no significa tener una buena concepción del mismo, que es bien diferente y bien fácil de entender.
Hay un tema interesante y es el sentido de propiedad. Dije antes que era el odio congénito lo que hacía que todo, desde la violencia, el sexo o el alcoholismo al trabajo, las relaciones paterno-filiares o el propio paisaje, estuviera viciado de origen. Leyendo con más profundidad uno advierte, sin que la autora haga un hincapié excesivo que habría sido un completo lastre para la narración, que el causa y origen de todo eso es el sentido de la propiedad. Los hombres quieren poseer un trabajo y una mujer y más tarde unos hijos, mientras la mujer, para dejar de ser una mera posesión de sus padres, quiere poseer un marido que las posea, una casa, unos hijos. Entre medias, posesiones menos trascendentes y ningún sentido moral al respecto que se aleje de esta moral capitalista protestante.
Otro detalle curioso y que también podría tener una lectura política es que toda la novela esté escrita sin ninguna letra mayúscula, ni tan siquiera la de principio de párrafo o después de punto y seguido, tampoco obviamente los nombres propios, todo excepto algunas palabras pronunciadas por el único personaje que pertenece a otra clase social, a la burguesía adinerada, lo cual viene a mostrar el conflicto de lucha entre clases de manera gráfica. En este sentido no es Jelinek una escritora marxista sino más bien anticapitalista, como lo es antimachista y no feminista, pese a la lectura miope de muchos críticos y lectores.
5 comentarios:
Gracias Lazaro por tu visita. Veo que haces lo que yo ir pasando de un libro a otro, de un género a otro, y con algunos autores repites, porque nos encontramos cómodos con ellos. A mi este libro me lo regalaron y no pude con él en su momento. No me retuvo. No por la temática, sino por la arquitectura del mismo. Me pareció pesado, incomprensible, demasiado innovador en su estructura. No lo sé exactamente, no respiraba ninguna calidez por ninguna línea que me enamorase. Quizá lo intente en otro momento.
Hola Blanca.
Sí, la verdad es que tenemos una actitud parecida repecto a las lecturas, saltando de género y de época sin complejos.
A propósito de esta obra, no te suene mal lo que te voy a decir, pero muchas veces lo que uno ve como un defecto o para otro es una virtud, e incluso lo que uno busca en un libro puede considionar mucho su lectura, quizá en el momento en que leí la obra no tenía nada de ganas de emociones sentimentales de salón y Jelinek en ese sentido es mágnifica para llevarte a ras de tierra. Respecto a la estructura, a mi me encantó y si me enganchó. Supongo que me hubiera pasado como a ti en otro momento de mi vida o en otras circustancias... o tal vez siendo mujer, porque sendo Jelinek una escritora durísima para con los hombres creo que somos precisamente algunos hombres los que mejor podemos llegar a su universo. Espero que algún día lo disfrutes.
Un saludo.
Este es uno de mis libros favoritos y al contrario que a ti me parece profundamente feminista.
Feminista porque ser feminista no es alabar la figura de la mujer ni santificarla, es, por rara que parezca la explicación, reconocer que la mujer es un ser humano, como el hombre, y que toma sus decisiones y que piensa, que es un individuo.
Y esto hace este libro mostrarnos a hombres y mujeres como individuos, teñidos por el trágico sistema, en la lucha por la mediocridad y la misantropía, la verdad al fin y al cabo.
Briggite y Paula son dos personajes femeninos fascinantes, con aspiraciones machistas, patriarcales pero no por ello el libro es machista ni patriarcal a pesar de que como dices no juzga... (bueno, un poco si, pero muy levemente).
Un saludo.
Gracias por tu comentario BEF.
Sinceramente creo que estamos de acuerdo, simplemente es una cuestión de matices, por ejemplo cuando yo digo que considero que no es feminista añado recalcitrante porque a menudo, la crítica acusó a Jelinek de tal, y, sobre todo, porque para mí, no se debe confundir el feminismo con la crítica al machismo, crítica ésta que Jelinek orienta desde un posicionamiento político, creo que hace una lectura del machismo desde el materialismo histórico, lo cual no la convierte en feminista sino en humanista, y para mi gusto eso le da a la narración un valor aún mayor porque se posiciona desde la objetividad.
No entinedo por ello tú último comentario en el que pareces dar a entender que yo acuso de machista o patriarcal al libro, bien al contrario, lo ensalzo en todo momento por ser objetivo y demoledor.
El libro, como también la autora, lo descubrí urgando en la biblioteca de mi universidad. Me han gustado mucho la reseñas en este blog de Elfriede Jelinek. Saludos.
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