Isabel.
André Gide.
1921. Alianza Editorial.
164 páginas. Traducción de Carmen Castro.
Este libro también lo compre en una feria de libro antiguo, es una edición de 1974, aunque tiene una firma de su primer dueño, un tal Ramón Echevarría, fechada en febrero del 76. La portada me encanta, no se hasta cuando se vino reeditando la obra, o si está ahora mismo en catálogo, pero aquella portada es una maravilla a la par que muy enigmática. Ahora, treinta y cinco años más tarde, y por 3 €, he podido leer esta extraordinaria novela corta del gran André Gide. Cuando leí a Vila-Matas hablar de Gide intuí un autor correcto cuyos diarios superaban en calidad con mucho a su restante obra. Poco después leí con enorme placer Los monederos falsos, lo que sirvió para darme cuenta de que aprecio mucho más los juicios entusiastas de VM que sus críticas negativas. Se me ocurre pensar que para ésto último hace algunos años seguía a Umbral, pero ahora mismo ya no sigo a nadie. En eso he ido mejorado.
Esta novela corta, magníficamente traducida por Carmen Castro, me ha parecido extraordinaria en todos los sentidos. Estructura, estilo, tempo, misterio (no se sabe quién es Isabel casi hasta la mitad del relato), final buenísimo, donde se desmorona en un solo gesto, en una sola escena, toda una pasión, y con ello, todo el fundamento argumental de la obra, sin que por ello se resienta la propia obra ni en lo más mínimo.
Solo por la capacidad de Gide de crear el ambiente en el que se desarrolla la acción, merece la pena su lectura, muy gratificante en lo que a mí respecta, incluso ese final seco, que contrasta con el ambiente alucinante de las páginas que lo preceden, como si de una bofetada de realismo se tratara, es un contrapunto interesante, e incluso demuestra la valentía narrativa de su autor. La verdad es que me ha gustado tanto o más que Los monederos falsos.
André Gide.
1921. Alianza Editorial.
164 páginas. Traducción de Carmen Castro.
Este libro también lo compre en una feria de libro antiguo, es una edición de 1974, aunque tiene una firma de su primer dueño, un tal Ramón Echevarría, fechada en febrero del 76. La portada me encanta, no se hasta cuando se vino reeditando la obra, o si está ahora mismo en catálogo, pero aquella portada es una maravilla a la par que muy enigmática. Ahora, treinta y cinco años más tarde, y por 3 €, he podido leer esta extraordinaria novela corta del gran André Gide. Cuando leí a Vila-Matas hablar de Gide intuí un autor correcto cuyos diarios superaban en calidad con mucho a su restante obra. Poco después leí con enorme placer Los monederos falsos, lo que sirvió para darme cuenta de que aprecio mucho más los juicios entusiastas de VM que sus críticas negativas. Se me ocurre pensar que para ésto último hace algunos años seguía a Umbral, pero ahora mismo ya no sigo a nadie. En eso he ido mejorado.
Esta novela corta, magníficamente traducida por Carmen Castro, me ha parecido extraordinaria en todos los sentidos. Estructura, estilo, tempo, misterio (no se sabe quién es Isabel casi hasta la mitad del relato), final buenísimo, donde se desmorona en un solo gesto, en una sola escena, toda una pasión, y con ello, todo el fundamento argumental de la obra, sin que por ello se resienta la propia obra ni en lo más mínimo.
Solo por la capacidad de Gide de crear el ambiente en el que se desarrolla la acción, merece la pena su lectura, muy gratificante en lo que a mí respecta, incluso ese final seco, que contrasta con el ambiente alucinante de las páginas que lo preceden, como si de una bofetada de realismo se tratara, es un contrapunto interesante, e incluso demuestra la valentía narrativa de su autor. La verdad es que me ha gustado tanto o más que Los monederos falsos.
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